Por Angélica de la Vega

Los programas de responsabilidad social son cada vez más comunes entre las empresas, sin importar su tamaño, y la pregunta es ¿por qué? ¿Qué implica ser socialmente responsable desde las empresas?

Ciertamente una de las finalidades últimas de cualquier compañía es la generación de utilidades. Sin embargo, para conseguir esa riqueza requieren de ciertos factores que pueden impactar directamente a la economía, la sociedad y el medioambiente.

Si bien las organizaciones solventan necesidades que se traducen en bienes y servicios, y también abren oportunidades de empleo y mantienen viva la actividad económica del lugar donde se encuentran, no es suficiente, porque su existencia y desarrollo deberían retribuirse a la sociedad con acciones en beneficio de la comunidad donde se encuentran, convirtiendo al mundo en un mejor lugar para las empresas y las personas.

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es –en el fondo– un tema de valores; un tópico que nos obliga a replantear la finalidad última de las compañías y su deber ético en la construcción activa de mejores sociedades.

¿Dónde empieza la RSE?

Sin duda, la RSE comienza en el interior de las empresas. Las organizaciones que se caracterizan por tener planes eficientes de RSE suelen contar con una clara escala de valores. Y no solo eso, también le comunican a su gente lo que esos valores significan traducidos en comportamientos esperados.

Las organizaciones que se caracterizan por tener planes eficientes de RSE suelen contar con una clara escala de valores. Y no solo eso, también le comunican a su gente lo que esos valores significan traducidos en comportamientos esperados

En ese contexto, los colaboradores pueden comprender, por ejemplo, que en su organización la honestidad es de gran importancia y, por lo tanto, no consumen los productos destinados a la venta al público en general. Asimismo, es importante tener en cuenta que una verdadera RSE obliga a las empresas a dar un excelente trato a su plantilla laboral: contratos de trabajo en condiciones dignas, equidad de género, salarios remuneradores, reconocimiento de las prestaciones legales y posibilidades de crecimiento personal y profesional, entre otros. 

Ante todo, se debe ser congruente, ya que no sería conveniente que el dirigente de la empresa done anualmente a una fundación, mientras que internamente se caracterice por ser un jefe injusto, poco equitativo y que trata de mala manera a sus empleados.

¿Sólo una moda?

En años recientes el tema de la RSE se puso frecuentemente sobre la mesa. Cuando se hablaba de negocios, cada vez era más frecuente escuchar que las empresas eran reconocidas por sus acciones éticas de esa naturaleza.

A eso se sumó que el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi) entrega públicamente, previa auditoría, un distintivo a las empresas socialmente responsables. Actualmente, más de 1 mil 500 empresas ostentan el distintivo ESR de Cemefi.

Por si eso fuera poco, como todos sabemos, las donaciones otorgadas a donatarias autorizadas representan una ventaja fiscal para las empresas donantes. Por lo tanto, muchos empresarios preferían donarle parte de sus utilidades a una institución que dárselas al Estado.

Bajo este orden de ideas, se ha cuestionado si las acciones de RSE son auténticas, si de verdad reflejan buenas intenciones por parte del empresariado o si son sólo estrategias para el buen posicionamiento de sus negocios.

Evidentemente se trata de una discusión bizantina, en tanto que es imposible comprobar las verdaderas intenciones de una organización que se reconoce como socialmente responsable. Sin embargo, lo que sí es un hecho es que quienes colaboran dentro de esas organizaciones saben si esos esfuerzos de RSE son solamente estrategias de mercadotecnia o un plan de acción basado en valores corporativos y una alta ética organizacional.

En resumen, la RSE se traduce en una nueva manera de hacer negocios, asumiendo que las operaciones industriales generan un impacto económico, social y ambiental; efectos que deberían ser sustentables con el fin de respetar las condiciones de desarrollo integral para la sociedad presente y futura. Por lo tanto, la RSE se mide en cuanto incluye acciones en cuatro ámbitos:

  1. Ética y gobernabilidad empresarial
  2. Calidad de vida al interior de la organización
  3. Compromiso con la comunidad
  4. Preservación del medio ambiente

Es un gran alivio observar que muchas empresas se están sumando a esta corriente de ética y valores corporativos, ya que no solamente marcan un diferenciador con su competencia, sino que están sembrando semillas de respeto hacia sus comunidades, la economía y el medioambiente.

Esperamos que este fenómeno se extienda de manera natural a otras organizaciones y que no se trate de acciones de “buena fe”, sino de decisiones corporativas basadas en la convicción de que los empresarios deben retribuir a la sociedad un poco de las ganancias que obtienen, respetar el entorno y finalmente, hacerse participantes de la construcción de un mejor mundo.

Angélica de la Vega

Angélica de la Vega es profesional de la Comunicación Corporativa y las Relaciones Públicas. Periodista independiente con más de 10 años de experiencia. Laboró en Adecco México como Gerente Nacional de Comunicación y Relaciones Públicas. Presidió el Comité de Comunicación de la Asociación Mexicana de Empresas de Capital Humano. Catedrática de la UP en la Escuela de Ciencias Económicas y Empresariales. Directora Fundadora de ADV Comunicación Inteligente, firma que diseña estrategias en Comunicación y Relaciones Públicas para empresas y altos directivos.