Por Christopher García

Habituados, por historia, a temerle a los sismos, los incendios no representan una preocupación constante para la población mexicana, pese a que, a diario, sin excepción, ocurre más de uno en distintas partes del país. Quizás tenga que ver con que no cuenta el sector con un registro puntual sobre su cantidad, magnitud, alcances, daños ocasionados, pérdidas. Ojos que no ven…

Esta situación aplica, sobre todo, para el sector doméstico, donde se presenta la mayor cantidad de incendios en la actualidad (53 % del total, según la Asociación Mexicana de Rociadores Automáticos Contra Incendio, AMRACI). ¿Cuántas casas habitación en el país cuentan, de menos, con un extintor; cuántas con un detector de humos, con un sistema de rociadores?

Pero el mercado nacional no es sólo casa-habitación. Según lo define Wilfredo Blancarte, encargado de la división de Sistemas Contra Incendio para Victaulic México, Centroamérica, El Caribe y la Región Andina, el mexicano es en realidad tres mercados: «El internacional, que viene de fuera y trae sus normativas, tanto corporativas como de sus respectivos países de origen, y que adoptan fácilmente ciertos criterios de protección; el mercado local, que son compañías internacionales mexicanas, que también suelen adoptar estos criterios, y el mercado local de empresas pequeñas, que aún no están insertas en la dinámica de la protección contra incendio, pues consideran que si no se les exige, no hay necesidad de ponerlos».

La coexistencia de estos tres mercados ofrece una imagen dispar del sector. Si se observan las cifras citadas para casa-habitación, se diría que en el país no existe la mínima protección. Si se observa el sector medio (comercios pequeños y medianos, tiendas de autoservicio y departamentales, hoteles, entre otros), la presencia de detectores de humo, rociadores y sistemas de alarma ya es significativa, aunque no generalizada. Por último, mirar las prácticas industriales haría pensar que, en su mayoría, están protegidas, cumplen las normas, tienen conciencia de los alcances del fuego. 

El hecho es que, en general, «a la gente le interesa protegerse. Simplemente, es un proceso para que la conciencia llegue a tal nivel que sea parte de la cultura. Actualmente no lo es», sostiene Blancarte.

A la gente le interesa protegerse. Simplemente, es un proceso para que la conciencia llegue a tal nivel que sea parte de la cultura. Actualmente no lo es»

Wilfredo Blancarte, encargado de la división de Sistemas Contra Incendio para Victaulic México

La AMRACI se ha encargado hasta ahora de impulsar normas (la NMX-S-066-SCFI-2015, SEGURIDAD-EQUIPO DE PROTECCIÓN CONTRA INCENDIO-SISTEMAS FIJOS-SISTEMAS DE ROCIADORES AUTOMÁTICOS-DISEÑO E INSTALACIÓN), de empujar a escala gubernamental la adopción de mejores reglas para el mercado y de lanzar mecanismos de certificación para contratistas, aunque los profesionales todavía sean pocos. «En México, tenemos registrados como contratistas formales de rociadores contra incendio alrededor de 100 o 120; solamente en California hay 1 mil 200», compara Blancarte.

A pesar de ello, el representante de Victaulic sostiene que «estamos evolucionando». Y como compañía, el panorama es positivo. «En los 9 años que llevo en la empresa, hemos tenido un crecimiento sostenido, cada año con buena perspectiva de seguir creciendo. La industria se está concretizando».

Resta mucho que avanzar en el tema cultural, donde explica que participan mediante la concientización de los dueños de empresas, project managers e incluso del usuario final, «para que vean la necesidad de protegerse. Pero muchas veces, en los proyectos no se tiene considerado el sistema de protección contra incendio en el presupuesto y es muy complicado modificarlo cuando el proyecto ya está aprobado».