México se comprometió a reducir en 22 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), de acuerdo con los objetivos de desarrollo sustentable 2030; sin embargo, la meta difícilmente se alcanzará, porque los índices “no han bajado”, señaló la doctora Margarita Mercedes González Brambila, investigadora del Departamento de Energía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el Seminario de Investigación comunidad UAM. Red de energía, la especialista sostuvo que en el plano mundial la producción energética contribuye con 60 por ciento de los GEI y los combustibles fósiles fueron responsables, en 2019, de 83 por ciento de las emisiones totales de dióxido de carbono.
La meta para el 2030 es garantizar el acceso universal a energía asequible, fiable y moderna; aumentar la proporción de las renovables; duplicar la eficiencia; fomentar la cooperación internacional para el acceso a la investigación y las tecnologías, así como ampliar infraestructura y mejorar tecnología para contar con servicios modernos y sostenibles en los países en desarrollo.
El objetivo 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), denominado Energía asequible y no contaminante, es de gran importancia porque puede impactar en todos los demás; por ejemplo, “podría pensarse que no se relaciona con otros, como la igualdad de género o la educación, pero si las casas en el campo no tienen electricidad, la gente debe trabajar mucho más en labores domésticas, por ejemplo, al carecer de lavadora; de igual modo impacta en la educación si las escuelas no cuentan con ella».
En este contexto, México asumió una serie de compromisos centrada sobre todo en reducir en 22 por ciento sus emisiones de GEI; sin embargo, éstas se mantienen en alrededor de 442 millones de toneladas por año.
Respecto de la transición energética, la doctora González Brambila explicó que para lograrla “debemos cambiar a fuentes renovables todo lo que podamos, pero no a una, sino a todas; es decir, recurrir a las que ya son muy tradicionales –la hidráulica y la geotérmica– y pasar también a la solar, la eólica e incluso las que no están tan desarrolladas, como la mareomotriz”.
También es importante impulsar la electrificación; esto es, que todos los consumos de combustibles fósiles, como el gas de los hogares, se remplacen por electricidad producida a partir de fuentes renovables; en transporte se puede relevar a autos eléctricos, pero es necesario que la corriente con la que funcionan también sea generada a partir de energías limpias.
También es importante impulsar la electrificación; esto es, que todos los consumos de combustibles fósiles, como el gas de los hogares, se remplacen por electricidad producida a partir de fuentes renovables; en transporte se puede relevar a autos eléctricos, pero es necesario que la corriente con la que funcionan también sea generada a partir de energías limpias
Además está el tema de la digitalización de las redes de distribución de electricidad, pues la actual tiene más de 50 años y “ya no soportará mucha carga más”. Una de las soluciones es “hacer una generación más distribuida en lo que se pueda; por ejemplo, que cada casa origine su electricidad a través de celdas fotovoltaicas».
La eficiencia energética y las modificaciones en el comportamiento de la población respecto de su uso, así como incluir el tema de la reforestación, ya que los bosques pueden almacenar gran cantidad del CO2, también pueden ayudar mucho a la transición.
El doctor Guadalupe Ramos Sánchez, académico del Departamento de Química de la Unidad Iztapalapa, dijo que la transición tiene que abarcar diferentes niveles y en particular el social. “Tiene que haber un mayor sentido de responsabilidad” en temas como el ahorro energético, pues no se trata de que “cada quien como persona va a dejar de producir emisiones, sino que el efecto multiplicativo por el número de habitantes del país puede tener un impacto muy importante».
En este propósito el sector académico puede contribuir al conocimiento de los ciudadanos, mientras que el gobierno debe hacer su trabajo, en el sentido de que haya un mayor compromiso en inversiones que tengan que ver con ahorro energético.
El doctor Carlos Omar Castillo, profesor del Departamento de Ingeniería de Procesos e Hidráulica de la Unidad Iztapalapa, subrayó que la transición “parece una utopía”, porque “siento que va dirigido a naciones desarrolladas y no tanto a aquellas en vías de desarrollo”.
En México hay tres niveles para crear un tipo de red donde esté involucrada la esfera social, el gobierno, la industria y los académicos para impulsar políticas adecuadas para lo que sucede en el país.
El primero se relaciona con la resiliencia y lo que puede hacerse en el ámbito social, como “situaciones afines a la concientización y la actuación en el medio local”, con muchas propuestas como gastar menos energía, promover el uso de bicicleta, entre otras; el segundo es el industrial, donde la problemática radica en que difícilmente los procesos convencionales se van a poder cambiar, por lo que es preciso incorporar los conceptos de eficiencia energética y la economía circular, entre otros. El tercero es el vinculado con identificar las fuentes renovables más avanzadas y trabajar en esa dirección.
Castillo Araiza consideró necesario “que se reúnan los distintos sectores en México para hacer un diagnóstico y una propuesta que se adapte a lo que el país requiere y no a lo que nos dictan las naciones desarrolladas”.