La práctica de reutilizar puede parecer más difícil; sin embargo, el uso de edificios abandonados o existentes puede crear desafíos de diseño interesantes que permitirán a los diseñadores idear nuevas soluciones sobre lo ya edificado y, de ser necesario, respetar la idea original hasta donde sea posible. Los arquitectos pueden dar a estos edificios una nueva vida, un nuevo significado y una nueva función

Por Arq. Pedro Paredes

Recuerdo la conversación que tuve con un amigo hace algunos años en la que comentábamos que el Kilowatt-hora más barato es aquel que no se consume. Esta reflexión me acompaña desde entonces y, al iniciar un proyecto, me pregunto cómo hacer más eficiente un edificio; es decir, que consuma la menor energía posible, antes de proponer cualquier sistema de energía renovable o utilizar algún mecanismo de compensación, como los créditos de carbono.

Este pensamiento ha ido cambiando e incrementando su alcance con los diferentes recursos que demanda una construcción, como el consumo de agua o los materiales a utilizar. Así llegué a comprender, a pesar de ir en contra de mi entrenamiento como arquitecto, que cuando hablamos de construcción sustentable, el edificio más ecológico es “el que nunca se construye”.

Con la pandemia del Covid-19 surgió una nueva reflexión. Actualmente hay una cantidad importante de oficinas disponibles que no están siendo utilizadas. De acuerdo con Colliers Internacional, tan sólo en la Ciudad de México representan 25 % del total del inventario, es decir, 1.8 millones de metros cuadrados.

También hay un incremento sostenido en la demanda acelerada de vivienda. De acuerdo con la Sociedad Hipotecaria Federal, esto se debe en gran parte a la crisis sanitaria por la cual muchas personas tuvieron la necesidad de mejorar sus viviendas o buscar nuevos espacios para vivir. ¿Por qué no utilizar este inventario sub-utilizado para solucionar una demanda ya existente?

Tener esta disponibilidad de espacios construidos abre la posibilidad de buscar la reconversión de aquellos edificios que no están siendo utilizados y cambiar su uso para adaptarlos a los mercados que estén teniendo mayor demanda.

Uno de los principales beneficios ambientales y económicos es el menor uso de materiales de construcción. Al aprovechar la estructura del edificio existente se requiere menos trabajo de demolición, se reduce el tiempo de construcción y disminuyen las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera, tales como el dióxido de carbono (CO₂). Además, se reduce el agotamiento del ozono estratosférico y se evita la acidificación de la tierra y las fuentes de agua.

De acuerdo con Architecture 2030, se estima que para 2040 dos terceras partes del inventario inmobiliario mundial serán edificios y se espera que la superficie construida global se duplique para 2060.

Los edificios generan casi 40 % de las emisiones globales anuales de CO2 y se pueden dividir en emisiones de carbono incorporadas (que incluyen cualquier CO2 creado durante la fabricación de los materiales de construcción, su transporte y la construcción en sí, y representan un 13 % del total) y las emisiones de carbono operativo, que se generan cuando se consume energía para hacer funcionar el edificio una vez construido, que representan el otro 27 %.

El Edificio Ufficio BJX, ubicado en León, Guanajuato, es una remodelación que obtuvo la certificación EDGE Zero Carbón en 2020 con la ayuda de Eosis / © Eosis

Hacer que los edificios tengan una mejor eficiencia energética ha sido una prioridad a nivel internacional, a fin de que las emisiones de carbono operativo sean cada vez más fáciles de reducir o compensar con energía renovable; sin embargo, un edificio nuevo con una alta eficiencia energética difícilmente compensará los efectos del cambio climático generados por su construcción en menos de 10 años y, en algunos casos, hasta en 80 años.

Reducir el carbono incorporado en los materiales de construcción puede llegar a ser complejo y costoso, incluso a pesar de los esfuerzos de personas como William McDonough, pionero de la arquitectura sostenible y promotor de la cultura de economía circular o “de la cuna a la cuna”, e incluso de organizaciones como el World Green Building Council, que ha creado estándares y ha promovido los etiquetados ambientales en los materiales para que sean adoptados con mayor facilidad en la industria. Las políticas gubernamentales tampoco han sido lo suficientemente ambiciosas en la reducción de las emisiones de carbono incorporado, ya que rara vez las consideran como un factor determinante para combatir la crisis climática.

Y aunque la iniciativa privada ha adoptado las certificaciones sustentables como LEED o EDGE para los edificios nuevos, que tienen muy presente la reducción y cuantificación de estas emisiones, el inventario de edificios certificados es aún bajo en proporción con la cantidad de metros cuadrados que se construyen anualmente; no se diga del inventario total de edificación.

Romper el ciclo de demolición y nueva construcción será sumamente difícil si no se buscan estrategias que promuevan revisar los edificios existentes que puedan ser aprovechados para su reutilización. Afortunadamente, ya empiezan a surgir los casos de éxito, como el de Nueva York, con casi 800 edificios antiguos que se han transformado en departamentos en los últimos años. Y aunque, como resultado de la pandemia, se hayan cerrado propiedades en todo Estados Unidos, cada vez más edificios como oficinas, hoteles y centros comerciales están en proceso de renovación.

La Torre Glorieta Cibeles, ubicada en la Ciudad de México, es una remodelación de torre de oficinas en proceso de certificación LEED / ©Eosis

La restauración de edificios existentes, la preservación de estructuras históricas y la rehabilitación de edificios abandonados reducen el uso de energía asociado con la demolición y la construcción. Un informe del National Trust for Historic Preservation, titulado The greenest building: quantifying the environmental value of building reuse, encontró que la reutilización de edificios casi siempre ofrece ahorros ambientales, en comparación con la demolición y la nueva construcción.

Reutilizar edificios también puede traer mejoras en la movilidad de las ciudades, ya que evitan su expansión acelerada, que usualmente viene acompañada con el incremento del parque vehicular, con el aumento en los kilómetros recorridos en vehículos automotores y con el consumo de combustible. Mantener una ciudad compacta puede favorecer una movilidad alternativa al automóvil y eficientar el transporte público, reduciendo la huella de carbono en las ciudades y, por lo tanto, reduciendo el potencial de calentamiento global.

A pesar de estos beneficios, muchos arquitectos y desarrolladores descubrieron que es más fácil hacerse un nombre con edificios llamativos y novedosos que, inclusive, aplicando conceptos de diseño sostenible. Con frecuencia buscan principalmente soluciones financieras y estéticas, por lo que ven más conveniente derribar edificios existentes y reemplazarlos, que adaptarlos.

La práctica de reutilizar puede parecer más difícil; sin embargo, el uso de edificios abandonados o existentes puede crear desafíos de diseño interesantes que permitirán a los diseñadores idear nuevas soluciones sobre lo ya edificado y, de ser necesario, respetar la idea original hasta donde sea posible. Los arquitectos pueden dar a estos edificios una nueva vida, un nuevo significado y una nueva función, comunicando claramente lo que sucedió antes de su proyecto.

Como ejemplo están los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, que ganaron el premio Pritzker en 2021. Ellos fueron reconocidos por sus múltiples proyectos de vivienda sostenible y por el Palais de Tokio, una galería de arte contemporáneo en París. Su planteamiento de sustentabilidad se basa firmemente en el principio de “nunca demoler”, aprovechando siempre la oportunidad para actualizar y transformar, permitiendo que se mantengan las características duraderas de un edificio. Se han destacado por demostrar a los gobiernos y ayuntamientos que la remodelación siempre será mejor y más barata, e, incluso, han rechazado proyectos antes que construir algo nuevo.

Diseñado en 1937 para la Exposición Internacional, el edificio conocido como el “Palais de Tokyo” se
construyó en lo que entonces se llamaba Quai de Tokio (la actual Avenue de New York), que le da nombre. Después de múltiples usos a lo largo de las décadas –que incluyen la Segunda Guerra Mundial– en 2012 fue rehabilitado, convirtiéndose en el mayor sitio dedicado a la creatividad contemporánea en Europa


Por último, falta profundizar en una educación climática en la formación de los arquitectos. Afortunadamente, hay innumerables iniciativas que muestran que las cosas están cambiando. Architecture 2030, Architects Climate Action Network y Architects Declare son algunas de las alianzas que tienen como objetivo crear conciencia dentro de la industria de la construcción sobre la crisis climática, descarbonizar el sector e impulsar el cambio hacia la construcción ecológica y renovable. Cabe destacar a la iniciativa de Architects’ Journal, en el Reino Unido, con la campaña RetroFirst, lanzada en 2019, que busca que los arquitectos y desarrolladores den prioridad a la reutilización y modernización sobre la demolición y la nueva construcción.

Una verdad incómoda de la industria es que la crisis climática es en gran parte producto de nuestra necesidad por construir. Tenemos que construir menos. Al final, efectivamente, los edificios más sostenibles son los que ya existen.