En estricto sentido, no es que hayan “aparecido”, las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFA, por sus siglas en inglés) fueron desarrolladas a partir de la década de 1940 por la industria química norteamericana, primero con fines militares, pero eventualmente para diferentes usos industriales y hasta domésticos.

En la actualidad, según manifiesta el portal de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por su siglas en inglés), las PFA se pueden encontrar en alimentos, productos domésticos comerciales (el Teflón, por ejemplo, es el desarrollo emblemático de estas sustancias con partículas PFOA y PFOS), procesos productivos y, por consecuencia de este uso industrial, se ha detectado en cuerpos de agua y, más importante aún, en organismos vivos.

Lo anterior no tendría mayor relevancia si no fuera porque, a partir de diversas investigaciones, se vinculó el uso de estas sustancias con problemas de salud pública. Estas investigaciones concluyeron dos situaciones: por un lado, que los PFA y similares no pueden desintegrarse, hecho por el cual se les llama “partículas infinitas o químicos eternos”, y la segunda, que “existe evidencia de que la exposición a las PFA puede causar efectos perjudiciales a la salud humana. Si los seres humanos, o los animales, ingieren PFA (comiendo alimentos o bebiendo agua que contenga PFA), las PFA se absorben y pueden acumularse en el cuerpo. Las PFA permanecen en el cuerpo humano largo tiempo. Por lo tanto, a medida que la gente se expone a las PFA de distintas fuentes a lo largo del tiempo, el nivel de PFA en el cuerpo puede aumentar hasta el punto en que sufran efectos perjudiciales para la salud”, resalta la EPA en su sitio web.

Investigaciones concluyeron dos situaciones: por un lado, que los PFA y similares no pueden desintegrarse, hecho por el cual se les llama “partículas infinitas o químicos eternos”, y la segunda, que “existe evidencia de que la exposición a las PFA puede causar efectos perjudiciales a la salud humana«

El sector contra incendio tiene, en este sentido, un reto importante en el corto plazo, pues algunos agentes extintores a base de espumas contienen PFA, lo cual implicaría reemplazar tanto la producción actual como la de todos aquellos sistemas donde hayan sido instalados, señala el especialista Jaime A. Moncada, director de firma International Fire Safety Consulting.

El sector del aire acondicionado, calefacción y refrigeración (HVACR, por sus siglas en inglés) también está altamente comprometido con el uso de sustancias PFA, puesto que algunos refrigerantes sintéticos, asó como materiales que se utilizan en este campo, podrían estar utilizando PFA con el riesgo que conlleva.

En la Unión Europea, el uso de estos compuestos está prohibido, a excepción de algunas aplicaciones muy específicas. Mucho se debe a que se han detectado PFA en cerca de 17 mil sitios en Europa y se sospecha de contaminación con estas sustancias en alrededor de 21 mil más.

De acuerdo con el artículo “Are PFAs Essentinal on HVACR?”, publicado en el sitio web de CAREL, uno de los líderes mundiales en soluciones de control para aire acondicionado, refrigeración y calefacción, y sistemas de humidificación y enfriamiento evaporativo, “Los refrigerantes puros definidos como PFAS son: R-125, R-134a, R-143a, R-1234yf, R-1234ze(E), R-1336mzz(E), R-1336mzz(Z), R-1224yd y R-1233zd(E)”.

Si bien diversas entidades, como HARDI, la asociación estadunidense de Distribuidores de HVACR, con presencia en México y Latinoamérica, señalan que los PFA usados en la industria HVACR son muy diferentes del resto, pues se trata de gases contenidos dentro de un circuito cerrado, la principal preocupación respecto de los refrigerantes es su degradación en ácido trifluoroacético, el cual persiste en el ambiente.

Pese a ello, REACH, la regulación de la Unión Europea para la protección de la salud humana, señala que los refrigerantes HFC, ampliamente usados en la industria HVACR actual, no cumplen con las característica de “persistencia, bioacumulación o toxicidad, factores necesarios para convertirlos en PFA peligrosos”.

Si bien ya se cuentan con algunas medidas para controlar y desparecer el uso de los “químicos eternos”, grandes empresas norteamericanas involucradas en su comercialización han tenido que hacerse responsables de los daños al medioambiente y a los grupos de personas que se han visto afectados a lo largo de su desarrollo y posterior análisis.

Como caso paradigmático, está la demanda colectiva en Estados Unidos guiada por el abogado ambientalista Robert Billot por más de 20 años, que le ha significado a las empresas productoras pagos por 1 mil 800 millones de dólares (en el caso de Dupont, Chemours y Caterva), así como alrededor de 10 mil millones de dólares (en el caso de 3M).