Por Juan Carlos Flores Merino
Si tratamos de promover un producto en el mercado, cualquiera que éste sea, pero lo etiquetamos de manera inadecuada, lo más probable es que los potenciales compradores, cuando lean la etiqueta, decidan que no es lo que están buscando y no lo seleccionen.
Con las personas ocurre algo similar: mucha gente acostumbra a etiquetar a las personas dependiendo de lo que cree que son y esto determina en muchas ocasiones hacia adonde se dirigirán. El problema es que, en general, el destino tiene dos opciones: éxito o fracaso. ¿Qué etiqueta le pusieron sus padres, hermanos, amigos, compañeros de escuela o trabajo? y ¿qué tanto le facilitaron o dificultaron el camino esas etiquetas? ¿Qué etiqueta se ha puesto usted que está leyendo?
Si bien las opiniones de otras personas son justamente eso, opiniones, en muchas ocasiones se convierten en profecías, sobre todo cuando el etiquetado, al no saber realmente quién es y los alcances que puede tener, acepta la opinión como un hecho inexorable. Cuando esto sucede, la persona considera que lo que le están diciendo es verdad y comienza a comportarse de un modo que coincide con lo que le están diciendo y, por tanto, obtiene el resultado esperado para dicha etiqueta, porque se comporta de acuerdo con ella (por ejemplo, si a alguien le decimos que es agresivo o tonto, se le hará normal comportarse de esa forma).
A este efecto se le conoce como el efecto Pigmalión o de la profecía autocumplida. Lo increíble es la eficacia que una etiqueta tiene en un lapso corto. Si no me cree, dígale a una persona varias veces en un día lo mal que se ve y verá que acabará sintiéndose de esa manera. Por supuesto que si le dice que se ve muy bien tendrá un efecto similar. El hecho es que los aspectos negativos duran más tiempo, y esto tiene que ver con que nuestro cerebro pone más atención a las posibles amenazas y por un lapso mayor para protegernos.
Debido a nuestras características evolutivas como especie y a la conformación que tiene nuestro cerebro, es increíble el poder que tiene la información que nuestros congéneres nos dan de manera consciente o inconsciente. Como especie, aprendemos mayormente por lo que nuestros círculos sociales nos transmiten de manera directa. Observamos lo que otros hacen y, sobre todo, hacemos caso a lo que nos dicen y cómo se dirigen hacia nosotros (esto quizá es más perceptible en los niños y adolescentes, pero mantiene gran influencia en cualquier etapa de la vida).
De hecho, si hablamos de la fuerza (negativa) que tiene el bullying psicológico, podemos constatar la cantidad de casos en los que los bulleados acaban suicidándose por el hecho de que los agresores les bombardean con etiquetas negativas y desvalorizantes.
¿Quiénes soportan este tipo de trato? Aquellos que saben quiénes son y de qué son capaces, sin importar lo que digan los demás; aquellos que fueron previamente etiquetados positivamente por sus seres más cercanos a manera de vacuna. Los refuerzos positivos requieren más frecuencia.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos decir que afortunadamente el poder de etiquetar funciona en ambos sentidos. Si tratamos a una persona reforzando o sembrándole la idea de que es alguien que puede llegar cada vez más lejos (no en distancia sino en resultados), es altamente probable que esa persona tenga logros inimaginables.
Y ¿qué podemos hacer en relación con el uso de etiquetas?
- Identifique qué etiquetas ha puesto a los demás y qué influencia han tenido en los logros de esas personas
- Defina aquellas etiquetas que pueden potenciar a quienes lo rodean y ¡utilícelas! (re-etiquételos con las nuevas etiquetas positivas, si es que antes había utilizado las negativas)
- Haga caso a lo que decía Johann Wolfgang Von Goethe: “Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”
- Haga el mismo ejercicio con usted, definiendo qué etiquetas le han puesto, refuerce las positivas y cambie las negativas. Para ello, trabaje en su autoconocimiento y rodéese de personas que representen un modelo a seguir; defina a dónde quiere llegar y pida retroalimentación objetiva para saber si va por el camino correcto
Recuerde que si usted se conoce bien y alguien difiere de su autoconcepto y emite un comentario negativo, lo que opine acerca de usted es justamente eso: su opinión. Al fin y al cabo, la única persona que nunca lo abandonará y de la que usted siempre dependerá será usted mismo.