A pesar de la escasez de agua a largo y corto plazo, el enfoque convencional de diseñar sistemas de servicios urbanos centralizados ha sido impulsado por los principios tecnológicos del siglo XIX, que fueron aplicados en una época de abundante oferta de recursos y una demanda relativamente menor.
Pero al igual que otras pandemias en el pasado, la pandemia de Covid-19 nos ha enseñado muchas lecciones sobre cómo mejorar la vida urbana. Entre otras cosas, ha resaltado lo conectado que se ha vuelto nuestro mundo, así como la importancia de considerar tal interdependencia al tomar cualquier tipo de decisión, ya sea en la salud pública o en el ámbito medioambiental.
También ha destacado el valor de conceptos que a menudo pasan por alto, como la resiliencia y la circularidad, ya que las cadenas de suministro se han interrumpido y la escasez ha superado a la abundancia como condición predominante en varios aspectos de la vida urbana. El Covid-19 ha dejado claro que necesitamos reorganizar las ciudades en torno a una forma de vida más local y circular basada en la resiliencia y la sostenibilidad.
Frente a un mundo con una mayor densidad de población y afectado por el cambio climático, se debe pensar de manera diferente sobre la gestión de aguas urbanas y considerar tanto el presente como el futuro. “En lugar de ver cada sistema del ciclo urbano del agua de forma separada e independiente, estos sistemas deben conectarse y gestionarse localmente. Con el uso de las aguas residuales, pasando por el agua de lluvia y agua del grifo, es posible crear ciclos de agua circulares y controlados en edificios, vecindarios e incluso en ciudades enteras. La circularidad implica la reutilización del agua en lugar de darle un único uso”, asegura Jorge Jean, director de Marketing de Amanco Wavin para México y Centroamérica.
En ese sentido, ver las ciudades como instalaciones gigantes de recolección de agua representa una oportunidad. Dado que las precipitaciones caen de manera cada vez más errática, las ciudades deben estar preparadas para capturar agua cuando y donde caiga; por ejemplo, en techos y calles para así evitar los altos costos en transporte de agua limpia desde otros lugares. Un énfasis en la gestión descentralizada del agua, es decir, aquella que dispersa el agua más cerca de su fuente y minimiza las descargas superficiales, permite más flexibilidad y menos residuos. Esto ayuda a reducir los costos de infraestructura, mejorar la resiliencia y beneficiar tanto a personas como al ambiente.
Un énfasis en la gestión descentralizada del agua, es decir, aquella que dispersa el agua más cerca de su fuente y minimiza las descargas superficiales, permite más flexibilidad y menos residuos. Esto ayuda a reducir los costos de infraestructura, mejorar la resiliencia y beneficiar tanto a personas como al ambiente
Gestionar el agua a nivel local —y hacer que cada gota cuente— será fundamental, ya que el cambio climático desestabiliza cada vez más el suministro de agua. El desarrollo urbano requiere más agua per cápita, ya que los glaciares que se derriten y los cambios en los patrones agrícolas hacen que el agua apta para consumo humano sea más escasa. Se necesitan formas novedosas de gestión del agua a prueba de los desafíos futuros.
Mediante la descentralización es posible limpiar o filtrar el agua y almacenarla en los días de lluvia, días cada vez más raros e intensos. El agua almacenada se puede reutilizar para regar la vegetación local —que a su vez, enfría y limpia el aire, además de brindar otros beneficios— o para enfriar las ciudades en períodos calurosos y secos. Las fuertes lluvias pueden infiltrarse lentamente en el suelo para reponer el agua subterránea en lugar de causar inundaciones en las superficies de concreto y asfalto sin llegar a utilizarse ni una sola vez.
“Amanco Wavin lo hace a menor escala gracias a su innovadora tecnología StormHarvester, que recoge el agua de lluvia y permite diferentes formas de uso. El agua recolectada puede reutilizarse o devolverse al suelo, dependiendo de lo que se necesite y de la cantidad de agua que se estime que estará disponible”, agrega Jean.
Un ejemplo a seguir
La ciudad de Copenhague, por ejemplo, ha implementado la gestión local del agua en gran medida en respuesta a las lluvias más intensas y el aumento del nivel del mar. Actualmente, allí se construyen los Cloudbursts, sitios verdes y biodiversos esparcidos por toda la zona, que sirven de vibrantes espacios recreativos en climas secos y colectores de agua en climas húmedos. El agua de lluvia acumulada tras las tormentas puede almacenarse o desviarse a otro lugar. Copenhague prevé construir cientos de Cloudbursts y ya se prepara para un futuro de temperaturas más altas.
El Covid-19 ha hecho comprender que cuando se trata de bienes y servicios esenciales, el mundo moderno muestra una gran desigualdad y desperdicio de recursos. En cuanto a la gestión de aguas urbanas, gran parte surge a partir de una visión anticuada que ya no resulta práctica en el siglo XXI. A medida que las ciudades progresivamente se convierten en las principales entidades organizadoras de la civilización, con mayor poder de dar forma a oportunidades y frutos para miles de millones de personas en todo el mundo, deben ser capaces de asegurar que sus residentes tengan acceso al agua limpia y disponible fácilmente, llueva o no.
La clave para transformar esta visión en una realidad yace en construir redes de agua locales y circulares que den prioridad a la sostenibilidad y la resiliencia. Esto asegurará que, a pesar de las circunstancias sociales cada vez más arduas, que van desde pandemias hasta fenómenos climáticos extremos, el agua limpia siempre esté disponible de manera confiable para los habitantes en todo el mundo.