La Conagua tiene un fuerte compromiso con la sociedad mexicana, y ante eventos naturales como las inundaciones, cada vez más frecuentes en el país, ha desplegado diversas estrategias que coadyuven a las comunidades más afectadas
Por Ángeles Mendieta Alonso
Cada año, durante los meses más calurosos, en los trópicos y cerca de la línea ecuatorial se forman ciclones tropicales que, dependiendo de la intensidad de sus vientos, se clasifican en: perturbación tropical, depresión tropical (que se caracteriza por nubes con circulación definida y vientos sostenidos de hasta 62 kilómetros por hora), tormenta tropical (aquí, los vientos alcanzan velocidades entre 63 y 118 kilómetros por hora, presentando nubes en espiral y comienza a formarse un pequeño “ojo”) y huracanes.
Los huracanes, última etapa de estos fenómenos hidrometeorológicos, se generan cuando la temperatura del mar alcanza los 26 °C, y se caracterizan por fuertes vientos que inicialmente alcanzan 119 kilómetros por hora. Por su parte, el ojo puede llegar a medir 40 kilómetros de diámetro y las nubes que lo acompañan generan fuertes lluvias. Los huracanes se nutren con el calor y humedad del mar, de ahí que se debiliten al acercarse a aguas frías o entrar en tierra.
La magnitud de los huracanes se mide a través de la Escala Saffir Simpson, que los clasifica en cinco categorías:
De los fenómenos naturales, son los huracanes y las sequías los que más consecuencias negativas generan. De acuerdo con el “Informe mundial sobre desastres 2020, contra calor y marea”, que publica la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, entre 2010 y 2019 los desastres asociados a estos fenómenos cobraron la vida de 410 mil personas y afectaron a 1 mil 700 millones en todo el mundo.
México, por su ubicación geográfica y cadenas montañosas, es particularmente vulnerable a estos fenómenos, y junto con Australia son los únicos países en el mundo que reciben ciclones desde dos distintos océanos.
En el caso de nuestro país, en el periodo comprendido entre 1991 y 2020, en promedio cada año llegaron 15 ciclones tropicales del Océano Pacífico y 14 del Océano Atlántico. Por las cifras que se superaron en 2021, tuvimos 19 fenómenos en el Pacífico, de los cuales, ocho se clasificaron como huracanes por la intensidad de sus vientos; dos, “Felicia” y “Linda”, alcanzaron la categoría 4 con vientos de 230 y 215 kilómetros por hora, respectivamente, y cuatro fenómenos llegaron a las costas de México.
Por el Océano Atlántico, de los 21 ciclones tropicales que se presentaron, siete fueron huracanes categorías 3 y 4. Los fenómenos que impactaron directamente a nuestro país fueron “Grace”, en las costas de Quintana Roo y Veracruz, así como “Nicholas”, que se acercó a menos de 100 kilómetros de la costa de Tamaulipas.
En general, las lluvias asociadas a la temporada de ciclones traen beneficios para algunas regiones, principalmente aquellas en que los recursos hídricos son limitados o donde se presentan sequías recurrentes, como es el noroeste del país, favoreciendo la recarga de acuíferos, el llenado de presas para suministrar agua potable, para el riego o para la generación de energía hidroeléctrica, pero también traen consigo desastres que causan daños cuantiosos en la población, la economía, la infraestructura, en los sistemas de producción, transporte, comunicaciones, servicios públicos. De hecho, las mayores pérdidas económicas por desastres naturales en nuestro país se asocian a la ocurrencia de huracanes y sequías.
Inversiones para prevenir los efectos de las inundaciones
Para prevención y control de inundaciones, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) lleva a cabo diversas acciones. A través del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), se pronostica e informa sobre la evolución de los ciclones y lluvias que se presentan en el país. Para su seguimiento, las dimensiones y velocidad del viento de un ciclón tropical se determinan mediante aviones, barcos o boyas y una vez que el fenómeno toca tierra se miden con estaciones meteorológicas, mientras que las características físicas y de comportamiento se determinan por medio de satélites y radares meteorológicos.
Una vez que se presenta el fenómeno hidrometeorológico, se apoya a los estados, municipios y población en general, a través de los 21 Centros Regionales de Atención de Emergencias (CRAE), distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional, en el suministro y restablecimiento de agua potable y saneamiento, mediante plantas potabilizadoras móviles y de bombeo, plantas para generación de electricidad, pipas y lanchas, entre otro equipo.
Como parte de las acciones de prevención y atención de daños ocasionados por huracanes y lluvias, se ha construido infraestructura de protección para la población y para las zonas productivas. Por ejemplo, en 2021 se invirtieron 1 mil 264 millones de pesos en 27 proyectos de infraestructura para la protección de centros de población y áreas productivas, en los estados de Baja California Sur, Chiapas, Colima, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Veracruz, así como tres obras de cobertura nacional.
Para mitigar los riesgos por inundaciones y proteger a 35 mil habitantes y cerca de 680 hectáreas, en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, en 2021 se concluyó con las obras de desvió, ampliación y rectificación de 35 kilómetros de drenes y estructuras complementarias, así como la obra de desvío de aguas pluviales del dren Juárez al dren Buenaventura, a partir de donde recorren 32 kilómetros para finalmente ser descargadas en el mar.
Una de las obras de protección más importantes del país es el proyecto hidrológico para proteger a la población de inundaciones y aprovechar mejor el agua, en el estado de Tabasco “PROHTAB”. Este proyecto inició en 2015 y se tiene programado concluirlo en 2024. Su inversión total supera los 20 mil millones de pesos destinados a diversas obras de dragados, protecciones marginales, estructuras, bordos y muros de protección, restauración hidrológica de cuencas, medición y análisis de sedimentos, delimitación de zonas federales, modernización, así como rehabilitación y ampliación de estaciones, entre otros.
En otras 12 entidades del país, durante el periodo 2017 a 2020, se ejercieron 244 millones de pesos para dar atención a daños derivados de desastres naturales, abarcando 16 proyectos, que en su conjunto suman inversiones por 3 mil 865 millones de pesos. Estas obras, principalmente reconstrucción de bordos y protecciones marginales o limpieza y desazolve de cauces, dan atención a la infraestructura hidráulica federal que resultó dañada por desastres naturales ocurridos en esos cuatro años.
No cabe duda de que los patrones de lluvia han ido cambiando en todo el mundo. Cada vez son más frecuentes los eventos extremos, de acuerdo con el sitio https://onuhabitat.org.mx/, desde el año 2000 los desastres relacionados con las inundaciones han aumentado en134 % en comparación con las dos décadas anteriores.
Es por ello, que en México, hemos establecido un compromiso a través de la Conagua para la seguridad hídrica, y continuaremos invirtiendo en modernizar nuestros sistemas de alerta temprana, en mejorar la recolección de datos climáticos y en la construcción de infraestructura destinada a la prevención y atención de desastres naturales.