La relación entre carencia de agua y pobreza es clara, y la reducción de la pobreza exige un crecimiento inclusivo en el que la población más vulnerable pueda acceder a servicios básicos. En este aspecto, el agua es un recurso natural fundamental en la salud y bienestar de las personas
Por María de los Ángeles Mendieta
El origen de la pobreza se atribuye a factores como el desempleo, las enfermedades, la marginación social, la vulnerabilidad ante desastres naturales que provoca el desplazamiento, corrupción, crisis sociales o económicas y, en general, a toda circunstancia que impida el crecimiento económico e inclusivo.
La pobreza se manifiesta de diversas formas, aunque la falta de dinero o recursos económicos es quizá la más evidente. No obstante, las carencias sociales, como el hambre, la desnutrición, la falta de acceso a la educación, a la salud o a los servicios básicos de la vivienda (como es un piso firme, agua entubada o drenaje) también son una expresión de ésta.
Según datos presentados por la Organización de las Naciones Unidas, se estima que 1 de cada 5 personas de las regiones en desarrollo vive con menos de 1.25 dólares al día (menos de 30 pesos), además de que 836 millones de personas viven en pobreza extrema. Asimismo, señala que un gran porcentaje se sitúa en Asia Meridional y África Subsahariana.
En el caso de nuestro país, de acuerdo con la Medición de la Pobreza en México y en las Entidades Federativas 2016, que dio a conocer el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 53.42 millones de mexicanos (45 % de la población) se encuentran en situación de pobreza, mientras que 9.38 millones viven en pobreza extrema.
En el combate a la pobreza, el agua es un recurso natural indispensable. La agricultura, las actividades agropecuarias, la industria manufacturera y de transformación; la minería, la generación de energía eléctrica, el suministro de agua, así como los servicios de saneamiento, son algunos de los sectores económicos que en mayor o menor medida dependen del recurso hídrico. Según datos emitidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2016, se estima que a nivel mundial el sector agrícola emplea 28.8 % de la mano de obra, mientras que 78 % de los empleos dependen del agua como insumo en sus procesos de producción o en el desarrollo de actividades.
Hasta 2016, 92.5% de la población nacional contaba con acceso a agua potable a través del servicio de agua entubada, pozos o acarreo de llave comunitaria, mientras que 91.4% tenía acceso a los servicios de alcantarillado y saneamiento básicos. Tabla elaborada con datos de Estadísticas del Agua en México, edición 2016
La cobertura de agua potable y saneamiento es un derecho humano fundamental para la vida, además de que es la condición previa para alcanzar otros derechos, como la educación, la salud e, incluso, la equidad de género. Respecto a este último punto, se puede poner como ejemplo el acarreo de agua, actividad que generalmente realizan las mujeres, quienes tienen que recorrer grandes distancias para abastecerse del vital líquido.
Esta labor no sólo afecta su salud, sino que tiene altos costos en el tiempo que emplean y en las condiciones de higiene, puesto que en muchos casos las fuentes de agua se encuentran contaminadas y en otros su, de por sí, mermada economía se quebranta aún más al tener que pagar cantidades onerosas por abastecerse con pipas o carros tanque. Contar con agua en cantidad y calidad suficiente y asequible permite a las mujeres emplear ese tiempo para llevar a cabo actividades productivas, remuneradas, de educación, capacitación y recreo.
Por otro lado, es por demás evidente la dependencia importante que existe entre la salud y el agua. El agua insalubre y la falta de higiene son las causas principales de mortalidad por enfermedades diarréicas. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, cada año fallecen alrededor de 840 mil personas por falta de agua salubre y saneamiento adecuado.
En México, de acuerdo con estadísticas de El Agua en México, edición 2016, publicado por la Comisión Nacional del Agua, 92.5% de la población nacional cuenta con acceso a agua potable a través del servicio de agua entubada en vivienda o predio, pozos o acarreo de llave comunitaria, mientras que 91.4% de la población nacional tenía acceso a los servicios de alcantarillado y saneamiento básicos, ya sea con drenaje conectado a la red pública o fosa séptica; con desagüe a suelo, barranca, grieta, río, lago o mar.
Sin embargo, aspirar a una cobertura universal representa un auténtico desafío, especialmente en las cerca de 188 mil 593 localidades rurales (85 % de ellas con menos de 250 habitantes), puesto que llevarles agua potable, alcantarillado y saneamiento implica altos costos de construcción y dificultades técnicas, dada su dispersión y orografía.
1 mil 350 millones de trabajos presentan alta dependencia del agua, mientras que 1 mil 150 millones presentan dependencia moderada. Elaborada a partir datos del Informe de la ONU sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo 2016
Otro sector que en gran medida depende de los recursos hídricos es el de la producción de alimentos. El 70 % del agua que se emplea en el mundo se destina al uso agrícola, pero se estima que esta cifra se incrementará 14 % en 2030. Los cada vez más frecuentes desastres naturales relacionados con el agua, ya sea inundaciones o sequías, son condiciones que afectan la disponibilidad y calidad de los recursos hídricos y, en consecuencia, a la población más necesitada.
Por otra parte, la politización del recurso hídrico es un grave problema al que se anteponen intereses particulares más que de bienestar social. Condicionar el agua con fines políticos o electorales impide que se resuelvan los problemas de raíz, aunado a que se viola el derecho humano al agua, se incrementa la vulnerabilidad ambiental y se exacerba la pobreza.
Ante todas estas observaciones, la relación entre carencia de agua y pobreza es clara, y la reducción de pobreza exige un crecimiento inclusivo en el que la población más vulnerable pueda acceder a servicios básicos. En este aspecto, el agua es un recurso natural fundamental en la salud y bienestar de las personas, así como en el desarrollo de actividades que les permitan un crecimiento económico.
Los problemas hídricos deben ser abordados de manera sistémica, a través del uso eficiente del agua, la preservación de acuíferos y aguas superficiales; el aprovechamiento de aguas pluviales, el tratamiento de aguas residuales y su reutilización; o bien, a partir del desarrollo de fuentes de abastecimiento alternas, como la desalación de agua, a fin de permitir un servicio equitativo de medición, facturación y cobro.