La Ciudad de México, la metrópoli más grande del mundo, podría encontrarse al borde de una crisis de agua, como las que se han presentado desde hace siglos, con distintas problemáticas. Y es que, como es bien sabido, la ciudad fue fundada en tiempos prehispánicos sobre una zona lacustre, «una enorme cuenca natural sin salida, que se extiende desde 120 kilómetros en dirección norte-sur y unos 65 de este a oeste», según señala el doctor Antonio Rubial, en su libro Monjas, Cortesanos y Plebeyos.
«Cientos de arroyos y corrientes», continúa el historiador, «vertían sus aguas dentro de esta depresión elíptica, rodeada de montañas nacidas de las erupciones volcánicas. […] Los recursos del lago y de sus alrededores atrajeron hacia sus márgenes a una numerosa población desde tiempos remotos: civilizaciones que […] se beneficiaron con esta inagotable fuente de alimentos y convivieron en relativa armonía con su excepcional ecosistema».
No obstante, en los años posteriores a la Conquista, la «relativa armonía» dejó de serlo. «Los conquistadores talaron los bosques para hacer sus ciudades, y sus ovejas y vacas arrasaron la hierba», relata Rubial y señala que la consecuencia más grave del proceso fue la ruptura de los ciclos acuáticos.
«La Ciudad de México había sido construida por los mexicas sobre un islote en la parte occidental del lago que, con las lluvias veraniegas, quedaba a veces cubierto por el agua. En la época de Netzahualcóyotl, el hombre prehispánico había solucionado el problema de las inundaciones con la construcción de un dique. […] Pero en el siglo XVII tal recurso era insuficiente. La inmoderada tala de los bosques había causado una erosión enorme y era tanta la tierra depositada en el fondo del lago que las inundaciones comenzaron a ser más graves».
Tales inundaciones, si bien un tanto menos destructivas aunque igual de recurrentes en la actualidad, contribuyen a la problemática que presenta la infraestructura hídrica de la Ciudad de México en la actualidad. No por nada el doctor Fernando González Villarreal, coordinador Técnico de la Red del Agua de la UNAM e investigador del Instituto de Ingeniería de la misma casa de estudios, asegura que la ciudad «ha venido experimentando una crisis de agua cada 25 años, ya sea por inundaciones o por deficiencias. Ello ha motivado una serie de acciones a lo largo de la historia, tanto para suministrar agua al Valle de México como para los excesos en épocas de inundaciones».
A su juicio, la Ciudad de México enfrenta actualmente uno de los problemas hídricos más serios de su historia, y debe ser atendido de inmediato. En entrevista con Especificar, el doctor Villarreal destaca que, aunque el servicio es aceptable, existen diversos aspectos por atende. La cultura de los ciudadanos sobre el uso y cuidado del recurso es uno de los temas más preocupantes.
Especificar (E): ¿Qué tan grave es el problema del agua en la Ciudad de México?
Fernando González(FG): El problema del agua en el Valle de México, en particular en la zona metropolitana, es uno de los problemas más complejos que podemos encontrar en el mundo. Ello debido a una serie de factores como el tener una concentración urbana muy grande, la cual sigue creciendo a una elevación de, aproximadamente, 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar. Además, está el hecho de que el Valle es una cuenca cerrada que ha sido artificialmente abierta.
En esta cuenca tenemos un problema hidrológico de sequías frecuentes y, además, tenemos un problema de inundaciones. La historia de la Ciudad de México está plagada (desde la época Prehispánica hasta nuestros días) por periodos de escasez de agua, precipitaciones menores que la media por varios años y también por periodos de inundaciones. Hay registradas, en la historia, inundaciones muy severas, por ejemplo la de 1629. En esa ocasión, la Ciudad se inundó por más de tres años, incluso se pensó en cambiar la sede del Virreinato. En resumen, la Ciudad de México ha venido experimentando una crisis de agua cada 25 años, ya sea por inundaciones o por deficiencias. Ello ha motivado una serie de acciones a lo largo de la historia, tanto para suministrar agua al Valle de México como para los excesos en épocas de inundaciones.
Actualmente, tenemos grandes estructuras para poder suministrar el agua potable, grandes estructuras para poderlas sacar en las épocas de inundación, y hoy tenemos también grandes estructuras para que el agua que sale del Valle de México sea de una calidad aceptable, al menos para el uso agrícola.
Para añadir a esta complejidad, tenemos un subsuelo altamente compresible, y a medida que sacamos agua del valle acuífero hemos propiciado hundimientos, y éstos, a su vez, perturban, dañan y lastiman la infraestructura del drenaje, de las tuberías de distribución de agua potable, tan importantes que sólo en la Ciudad de México tenemos del orden de 12 mil kilómetros. Esto equivale a 6 veces la distancia de la Ciudad a Hermosillo, Sonora, de tuberías que se encuentran en el subsuelo, además de tuberías de drenaje. La mayor parte de la estructura se construyó hace más de 50 años, tenemos una infraestructura que ya terminó su vida útil. Es una infraestructura antigua, que requiere mantenimientos grandes y también necesita reposición. Todos estos factores hacen que el tema del abastecimiento de agua sea complicado.
Considero que el servicio que tenemos actualmente es aceptable, aunque no cumple con los requerimientos que se tienen en las ciudades de los países desarrollados. Sin embargo, reitero, a pesar de toda la complejidad, tenemos un sistema que funciona, aunque ya presenta algunos síntomas de crisis, los cuales se han manifestado en los últimos años con mayor frecuencia. ¿Cómo? En los hundimientos, que pueden llegar a ser de hasta 30 o 40 centímetros por año, hundimientos importantes que perturban mucha de la infraestructura de la ciudad.
E: ¿Este hundimiento es generalizado o hay zonas donde se presenta con más notoriedad?
FG: Este hundimiento se distribuye mayormente en la zona baja, en la zona lacustre. Se manifiesta también en que los niveles para poder extraer el agua subterránea del acuífero (que es la mayor parte del suministro) también se deteriora a medida que sacamos agua a mayor profundidad y de mayor edad. Se manifiesta en que tenemos una serie de colonias que presentan inundaciones frecuentes. Tenemos, adicionalmente, algunas áreas de la ciudad en donde la calidad del agua tampoco es la deseable, además de que hay zonas donde no existe el servicio continuo. Todo ello requiere un cambio de paradigmas.
E: ¿Cuáles serían tales cambios?
FG: Tendríamos que pensar en cuatro asuntos fundamentales: que los planes a futuro en la Ciudad de México pudieran implementarse. Hay planes de desarrollo (infraestructura y servicios) que necesitan desarrollarse; hay que actualizarlos permanentemente.
No obstante, para que esto se realice, necesitamos hacer un cambio en la institución que presta los servicios, de tal manera que se le pueda otorgar una mayor autonomía técnica y administrativa, que le permita ser más eficiente. La estructura actual no propicia la eficiencia y se necesita pensar en que la Ciudad tenga una organización en el sistema del agua similar al que se tiene en las grandes ciudades del mundo y de nuestro país.
En tercer lugar, el sistema requiere mayores recursos. Aproximadamente una tercera parte del agua que se trae a la Ciudad proviene del sistema Cutzamala o del sistema de Lerma, y ambos requieren de bombeos importantes, lo que representa una proporción importante en cuanto a costos de abastecimiento. También requiere una serie de instalaciones, reposiciones de equipo, y hay que aceptar que en este momento no tenemos los recursos. Esos recursos, no obstante, se pueden dar de dos maneras: por subsidios o por tarifas.
Venimos de una cultura muy tradicional en la que el agua se considera un bien sagrado, y hemos heredado esa tradición pensando que este suministro lo debe proporcionar el Estado. Hemos hecho algunas encuestas que demuestran que un gran porcentaje piensa que el Estado debe proporcionar el agua, se pague o no por ella. Esta cultura debe cambiar si queremos mejorar el servicio que hoy en muchas partes de la Ciudad empieza a ser inaceptable
El cuarto punto: los ciudadanos necesitamos tener mayor conocimiento de las dificultades que representa abastecer de agua a casi 9 millones de habitantes, más todos los que llegan provenientes de los alrededores. Debe haber una evolución de la cultura del agua diferente para todos nosotros. Venimos de una cultura muy tradicional en la que el agua se considera un bien sagrado, y hemos heredado esa tradición pensando que este suministro lo debe proporcionar el Estado. Hemos hecho algunas encuestas que demuestran que un gran porcentaje piensa que el Estado debe proporcionar el agua, se pague o no por ella. Esta cultura debe cambiar si queremos mejorar el servicio que hoy en muchas partes de la Ciudad empieza a ser inaceptable.
E: ¿Qué implicaciones tiene el ajuste presupuestal que se anunció para 2017?
FG: Es indiscutible que la situación económica del país ha restringido la cantidad de subsidios que tenemos disponibles. La Ciudad de México ha estado haciendo las gestiones necesarias para buscar subsidios federales, y también tendrá que hacer mayores esfuerzos para dedicar subsidios a niveles locales. Pero, desde mi perspectiva, no tendríamos futuro si no tenemos también un incremento en las tarifas, incremento que tendrá que hacerse de forma que sea accesible a toda la población, equitativa y que, de alguna manera, también sea comprendida por todos los habitantes y ciudadanos.
En encuestas que hemos realizado se observan contradicciones; por ejemplo, para un gran número de personas el agua es el servicio más importante; sin embargo, no están dispuestos a pagar por el servicio público. Y sí están dispuestos a pagar cantidades estratosféricas por el agua embotellada. Entonces, es un deber corregir esta contradicción.
Hay un gran mérito por parte del Servicio de Aguas de la Ciudad de México por proporcionar un servicio adecuado, en la mayor parte de la ciudad. Aunque se ha detectado un nuevo periodo de crisis en la ciudad, la cual se puede prevenir a partir de las cuatro medidas ya mencionadas: cambios institucionales, aumento de recursos, implementación de los planes vigentes y promover una cultura del agua.
E: ¿Qué tan factible ve que estos cuatro puntos puedan implementarse a corto plazo?
FG: En 2013 hicimos un foro sobre el agua, con la participación del gobierno de la Ciudad de México, y hace unos meses hicimos también un foro en la Red del Agua con expertos. En ese foro planteamos modificaciones a lo que está contenido en el Proyecto de Constitución de la Ciudad de México, las cuales ya hicimos llegar a la Asamblea. Con ellos hemos puesto oficialmente nuestra propuesta; hemos hablado con la Comisión del Medioambiente, así como con la dirigencia de la Asamblea para hacerles ver nuestros comentarios. Consideramos que la Universidad, entre sus funciones, tiene que participar en la solución de los problemas de México y de nuestra ciudad.
Creemos que, de tomarse las medidas que proponemos, en un periodo de 15 años podríamos estar hablando de que nuestra ciudad tenga una calidad en cuanto a agua potable y saneamiento, drenaje, que sea similar al de las grandes capitales.
E: ¿Es urgente entonces?
FG: Es el momento de tomar decisiones. Estoy consciente de que no son nada fáciles desde el punto de vista técnico, económico e incluso político; pero si queremos resolver los problemas, hay que enfrentarlos. Y participar de ese esfuerzo, para la UNAM, es la manera de hacerlo.
E: ¿La participación privada en el sistema de aguas sería deseable?
FG: Es un asunto muy discutido y está lleno de ideologías. Lo que hemos planteado nosotros es que había que hacer realmente un organismo público descentralizado, ciento por ciento público, que tenga un consejo y una participación ciudadana muy fuerte, un consejo con autoridad. No creemos que sea necesario privatizar el servicio, aunque en la Constitución debería quedar un asunto abierto. Indiscutiblemente que, para poder prestar el servicio, se requiere de la participación de las empresas que perforan pozos, de las empresas que generan electricidad, pero hasta dónde se lleva esa participación es una decisión política. No obstante, definitivamente en la Ciudad de México no lo veo factible, en el mediano plazo, a menos que se esté hablando de una concesión del servicio, por lo que, para nosotros, no es viable, como sí lo es el fortalecer un organismo público descentralizado con la autonomía suficiente para poder resolver sus problemas.