Por Angélica de la Vega
Para nadie es un secreto que la forma de trabajar está cambiando radicalmente. Ya quedaron atrás las viejas estructuras jerárquicas en las que la oficina del jefe, más que oficina, se instituía como una fortaleza a la que sólo unos privilegiados podían acceder. Hoy en día, por fortuna, y gracias a la magnífica labor que están desarrollando los arquitectos en el mundo, los espacios para laborar son muy diferentes.
Seguramente, usted, como yo, recibió a principios de la década del 2000 el famoso correo que describía las oficinas de Google. Más de uno nos sorprendimos al descubrir que un corporativo podía incluir canchas de basquetbol, que los colaboradores podían vestir con shorts y chanclas y que había espacios abiertos sin lugares designados. ¡Qué maravilla! Tan solo considerar el derribo de las barreras físicas significó un alivio para muchos.
Debo confesar que aún me sorprende que en las tiendas de mobiliario para oficina se sigan ofreciendo las llamadas caballerizas. Su uso me remonta a mis años de estudiante, cuando iba a hacer la tarea de la prepa a una biblioteca pública que tenía estos pequeños cubículos. Algunos años después llegué a mi primer empleo para encontrarme con mi caballeriza y así en el segundo, en el tercero ¡y también en el último! Quizá mi último lugar de trabajo sea el que peor recuerdo me traiga en este sentido, ya que, tratándose de una empresa de Recursos Humanos, nos tenían asignados en caballerizas que apenas daban espacio para la computadora y un cuaderno. De hecho, creo que la empresa sigue laborando así. ¡Qué pena!
La caída de las barreras físicas como los muebles modulares y las puertas literalmente cerradas de las oficinas abrieron los canales de comunicación y las formas de trabajo. Bien recuerdo a una jefa que cuando llegaba de malas (con mucha frecuencia, por cierto) se encerraba en su oficina dando un portazo. Ese “encerrón” se convirtió en una clara señal de cerrazón, no sólo física, sino mental y emocional. ¡Cómo olvidar a aquel otro jefe que se encerraba en su oficina, pero era traicionado por las paredes de cristal y lo veíamos dormirse en su sillón ejecutivo los lunes por la mañana! Estos fenómenos podrían ser cosa del pasado, porque los nuevos espacios laborales nos invitan a la convivencia y la comunicación constante.
¡Bienvenidos a co-crear!
El sabio Maestro alemán Michael Blumenstein, mi maestro en Coaching Corporativo, decía que “todo es una cocreación” y tenía mucha razón. La construcción de lugares propicios para la productividad, la innovación y una sana convivencia se logra con las aportaciones de todos los que están ahí. Hoy en día la tendencia apunta a que los espacios para trabajar sean sitios para colaborar, para cocrear. Ya no hay más caballerizas —¡gracias a Dios!— y tampoco portazos para evadir al mundo.
Si usted se ha dado una vuelta por las oficinas virtuales que ofrecen el servicio de alquilar un espacio personal, sala de juntas o, bien, horas en sus recintos seguramente se sorprendió. Muchos de ellos parecen todo, menos oficinas de antaño. Son comunes los lugares diseñados para estar trabajando en conjunto: mesas compartidas, salas con sillones y ambiente lounge, barras, salas de juntas de cristal, muchos elementos tecnológicos, snacks saludables y hasta una política pet friendly.
Quizá la sorpresa mayor es ver la actitud de quienes suelen trabajar en esos lugares; en su mayoría gente joven, relajada y disfrutando su trabajo. Los ambientes suelen ser muy amigables, aunque los precios no tan accesibles. Esta tendencia la vemos también en oficinas de avanzada en las que ya no sólo se ofrece una membresía en el gimnasio o clases de yoga, también se propone aromaterapia, espacios de recreación y horas destinadas a la creación de proyectos propios usando la infraestructura corporativa.
¿Y los freelance?
Mención aparte merece esta especie de colaborador. Quienes han descubierto que la casa es el mejor lugar para trabajar se han abierto a sí mismos un abanico de posibilidades: manejo de la agenda, diseño del lugar de trabajo, selección de los proyectos a los que quieren sumarse, y qué decir de la posibilidad de laborar en pijama o descalzo.
Claro que no todo es miel sobre hojuelas para estos personajes, ya que también los especialistas han destacado que sufren de soledad y falta de límites que afectan su descanso personal y relaciones con otros.
Sea cual sea el modelo por seguir, no podemos negar que las oficinas están cambiando con la idea de simplificarnos la vida. Recordemos, sobre todo, que el espacio de trabajo es donde solemos pasar gran parte de nuestra existencia.