Si bien el volumen del líquido es constante, las actividades humanas y el cambio climático están mermando su calidad. A escala nacional, enfrentar el problema implica la modernización urgente de los sistemas y la promoción de fuentes alternas de abastecimiento

Por Ángeles Mendieta Alonso

El agua, elemento que se encuentra en el aire, en la superficie o bajo el suelo, cubre dos terceras partes del planeta; sin embargo, sólo 2.5 % es agua dulce y de éste porcentaje menos de la tercera parte se encuentra disponible en ríos, lagos y aguas subterráneas. Por si fuera poco, los recursos hídricos se distribuyen temporal y espacialmente de forma irregular; por ejemplo, el continente africano cuenta con 11 % del agua dulce y concentra 13 % de la población mundial, mientras que Australia y Oceanía, con menos del 1 % de la población mundial, disponen de 5 % de agua dulce.

La calidad y la accesibilidad al agua representan uno de los principales retos del siglo xxi. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, la escasez del vital líquido afecta a 40 % de la población mundial y, para 2025, se pronostica que 2 mil millones de personas carecerán de este insumo. Factores como el cambio climático agravan la situación; por ejemplo, el incremento de la temperatura a nivel global ocasiona un derretimiento generalizado de hielo y nieve, principalmente en los polos, lo que está incrementando el nivel del mar. Esta situación repercute directamente en el agua dulce de las zonas costeras, al salinizar las aguas subterráneas, entre otras afectaciones.

El agua, por estar relacionada con elementos del sistema climático, es el principal medio por el que se manifiestan los efectos del calentamiento global. Entre las variables del ciclo hidrológico que son afectadas destaca la evaporación producida desde el suelo, en lagos o en la vegetación. La evaporación depende directamente de la temperatura, por lo que a medida que se incremente una aumentará la otra.

Por otro lado, la disminución general de la humedad del suelo impactará en mayor medida en las regiones áridas y semiáridas. Esto es muy importante, ya que a menor humedad del suelo la capacidad de la cuenca para convertir la lluvia en escurrimiento se verá reducida, ocasionando una menor cantidad de agua disponible tanto en cauces como en acuíferos. Otra consecuencia de la afectación del ciclo hidrológico es la presencia de sequías en extensas zonas, fuertes inundaciones y tormentas en otras más.


Las actividades antropogénicas desempeñan un papel importante en el ciclo hidrológico, extrayendo 8% del total anual de agua dulce renovable y alrededor del 54% de los escurrimientos accesibles; a ello se adicionan otros factores relacionados con la actividad humana que reducen la disponibilidad de agua dulce, como es el crecimiento demográfico, las migraciones de la población rural a entornos urbanos, el aumento en la competencia entre los diferentes usos del agua, así como el incremento en la demanda alimentaria y la contaminación, sometiendo a los recursos hídricos a una constante presión.

El grado de presión sobre los recursos hídricos se calcula dividiendo las extracciones para usos consuntivos del agua (agricultura, abastecimiento público, industria y energía eléctrica, excluyendo hidroelectricidad) entre el agua renovable. Este indicador se emplea para evaluar la sostenibilidad de la extracción de agua en el largo plazo.

De esta manera, el grado de presión se clasifica como Muy Alto cuando el valor es mayor al ciento por ciento; Alto, entre el 40 y 100%; Medio, entre 20 y 40%; Bajo, entre 10 y 20%, y Sin Estrés, cuando es menor a 10%. Por ejemplo, países como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Qatar, Yemen y Egipto son algunas naciones que presentan un Muy Alto grado de presión sobre los recursos hídricos.

En el caso de México, y de acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el grado de presión es de 19.2 %, considerado como Bajo; sin embargo, esto no significa que nuestro país sea ajeno a la crisis del agua, ya que aunque es relativamente rico en recursos hídricos, la distribución de éstos no es uniforme y, por lo tanto, no necesariamente se encuentran disponibles.

Dos terceras partes del territorio nacional son áridas y semiáridas, de hecho, se encuentran en la misma franja del desierto del Sahara. Aunado a ello, 67 % de la lluvia en la República Mexicana es mayormente torrencial, sobre todo entre los meses de junio y septiembre, lo que dificulta su aprovechamiento. En contraste, en algunas regiones las lluvias son escasas, como es el caso de Baja California, donde la precipitación pluvial anual es de 168 mm, mientras que en Chiapas es de 1 mil 842 mm.

Para la gestión de los recursos hídricos en el territorio nacional se han establecido 13 regiones hidrológico-administrativas, de las cuales 10 presentan algún grado de presión. La región más crítica es el Valle de México (Ciudad de México y municipios conurbados) con una Muy Alta Presión, del 138.7 %, es decir, la demanda de agua es aproximadamente 1.4 veces mayor a la capacidad de recarga de las fuentes de agua, principalmente de origen subterráneo.


Con grados de presión altos, se encuentran las regiones Noroeste, con 81.4 %; la Península de Baja California, con 79.8 %; el Río Bravo, con 77.1%; y Balsas, Cuencas Centrales del Norte, Lerma Santiago Pacífico y Pacífico Norte, con fuertes presiones que van de 49.8 a 42.1 %. Esto nos indica que en más de la mitad del país se extrae una mayor cantidad de agua superficial o subterránea de la que se puede recargarse naturalmente.

¿Qué hacer ante la creciente demanda de agua?

Es fundamental el uso racional del agua, su cuidado y no desperdiciarla ni contaminarla. En términos de infraestructura cobra especial importancia modernizar la tecnología de riego para incrementar la productividad del agua empleada en la agricultura, actividad que ocupa en promedio las tres cuartas partes del volumen de aguas nacionales, concesionado o asignado.

El tratamiento de agua es otra medida para aminorar la presión que se ejerce sobre los recursos hídricos, permitiendo su reutilización en usos que no exigen o requieren agua potable o de primer uso, así como reducir los niveles de contaminación en los diferentes cuerpos de agua, principalmente ríos y mares, en los que en muchos casos se vierte agua residual sin previo tratamiento. De conformidad con las Estadísticas del Agua en México, en su última edición a finales de 2015 en el país se encontraban en operación 2 mil 477 plantas de tratamiento de aguas residuales municipales y 2 mil 832 plantas de aguas residuales industriales, en las que se trató 57 % del caudal de aguas residuales municipales, recolectadas en los sistemas de alcantarillado.


Derivado de la creciente escasez de agua dulce, hay una tendencia mundial para desalar agua de mar, alternativa de abastecimiento a emplearse no sólo en regiones con escasez de agua, sino también para evitar la sobre explotación de acuíferos. En algunos lugares la desalación o desalinización es la única forma de allegarse de recursos hídricos. Kuwait, que no cuenta con ríos, obtiene más de 70 % de su agua potable de la desalación, así como Argelia, con recursos hídricos limitados y repartidos desigualmente; Qatar, país desértico, en 90 %. Otras naciones como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Libia, Estados Unidos, España y China han recurrido a la desalación de agua.

Hoy día somos testigos de cambios que afectan los recursos hídricos del mundo entero, algunos relacionados con la continua modificación del clima global y otros causados por la acción del ser humano; el hecho es que la escasez de agua dulce es un problema prioritario que requiere de una gestión integral y sustentable. Factores como la sobre explotación de aguas subterráneas (mismas que deberían considerarse como una fuente de reserva y no de abastecimiento), escasas precipitaciones pluviales y la creciente demanda de agua, son los principales elementos que exacerban la presión sobre los recursos hídricos.

Sin embargo, no todo está perdido. La modernización de los sistemas de riego, el establecimiento de esquemas tarifarios, la instauración de costos medioambientales bajo el principio “el que contamina paga” y el tratamiento de aguas residuales o la práctica de tecnologías que permitan promover fuentes alternas de abastecimiento como la desalación de agua de mar, son medidas para incentivar el uso sustentable de los recursos hídricos y disminuir la presión sobre las fuentes de abastecimiento.


Ángeles Mendieta Alonso

María de los Ángeles Mendieta Alonso es Maestra en Finanzas por la UNAM, durante su trayectoria en la Administración Pública ha contribuido en planeación de proyectos y programas de inversión, calidad y la reingeniería de procesos. Actualmente es Directora de Gestión de Cartera de Proyectos en la Conagua.

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