Al detectar el desperdicio de agua asociado con procesos de fabricación de los artesanos de Teotitlán del Valle, Rosa Mendoza ideó junto con su compañera Shanni Mora un sistema de filtros que le está dando una segunda vida al agua y una alternativa de libertad económica a las mujeres artesanas de Oaxaca

Por Dulce Negrete / Imágenes: cortesía IIngen Unam

El 13 de junio de 2024 cambió la vida para Rosa Mendoza Sosa y Shanni Valeria Mora Fajardo, dos estudiantes del Bachillerato Integral Comunitario número 29 de Teotitlán del Valle, Oaxaca. Sonó el teléfono en la casa de Rosa. Don Demetrio, su papá, contestó. Del otro lado de la línea llamaban para notificarle que su hija, junto con con compañera Shanni, eran las ganadoras del Premio Nacional Juvenil del Agua 2024, el concurso para jóvenes más importante del país en materia hídrica, y que ambas estudiantes representarían a México en el Stockholm Junior Water Prize, en Suecia.

Don Demetrio estaba incrédulo. Corrió a buscar a su hija: “¡Rosa, Rosa!, ¿dónde estás?” Ella se aproximó, le preguntó que ocurría y don Demetrio le dio la gran noticia.


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Rosa no lo podía creer. Gritó emocionada, saltó de gusto e inmediatamente contactó a Shanni y a la profesora Brenda Jarquin, su asesora en el proyecto, para contarles la buena nueva.

“El objetivo de este sistema es purificar las aguas residuales de los procesos de teñido, lo que nos permite avanzar hacia una economía circular. Al recuperar y reutilizar el agua, podemos mitigar la contaminación al tiempo que preservamos nuestro patrimonio cultural y apoyamos nuestra economía local” DW Eco Latinoamérica, comentó Rosa.

Rumbo al Premio Nobel Juvenil del Agua

De febrero a julio del 2023, ambas estudiantes se enfocaron en observar la escasez de agua que aqueja a las actividades productivas de Teotitlán del Valle, tanto en producción agrícola como en la de tapetes, principal actividad económica de esta comunidad de menos de 7 mil habitantes.

“La idea de este proyecto surgió de nuestra profunda conexión con el patrimonio textil de nuestra comunidad. Aquí los textiles no son sólo productos, son un testimonio de nuestras tradiciones, elaborados con técnicas transmitidas de generación en generación, pues más del 70% de nuestra gente se dedica a la producción de tapetes. Pero nos enfrentamos a un reto acuciante: el impacto ambiental de las prácticas de teñido”, compartió la estudiante Shanni Mora.

Dirigidas por la profesora Jarquin, Mendoza Sosa y Mora Fajardo se dieron a la tarea de diagnosticar problemáticas, necesidades y oportunidades en Teotitlán del Valle bajo el modelo educativo integral indígena.

“Siempre se pretende que el alumnado valore su propia identidad, diagnostique los problemas de su comunidad y busque soluciones acordes al entorno, por eso la tecnología se tiene que adaptar al contexto donde se requiere, para que eventualmente se aplique. Es la necesidad de ir más allá del problema, se trata de enfrentarlo”, destacó la agrónoma Jarquin, asesora en el bachillerato integral comunitario.

Tradicionalmente, para teñir un kilo de hilo de lana se necesitan 15 litros de agua. Últimamente, explica para Especificar Rosa Sosa, “el uso de tintes artificiales, como la anilina y los ácidos, se ha disparado, provocando el vertido directo de agua contaminada a nuestro medio ambiente. Esto amenaza las masas de agua y el suelo, poniendo en peligro tanto nuestra salud como la sostenibilidad de nuestras prácticas textiles. Ante este dilema, nos negamos a abandonar nuestro oficio ancestral. En su lugar, ideamos una solución basada en la sostenibilidad: un sistema de filtración casero”.

El instituto sueco no sólo reconoció la innovación, sino su adaptación al contexto. La solución desarrollada por las galardonadas integró las dimensiones económica, no dañina para el ambiente y que preservara los saberes tradicionales de la comunidad, además de ser de fácil implementación para los artesanos de Teotitlán

El objetivo de este proyecto fue establecer un sistema sostenible para mejorar la economía y la nutrición de las familias, conservar el medio ambiente y brindar una estrategia viable de reutilización del agua para la comunidad.

“Nosotras teníamos que buscar una solución que no fuera tan industrial, porque los artesanos y sus familias no la iban a poder implementar en sus casas y talleres. Teníamos que buscar la solución económica, no dañina para el ambiente y que preservara los saberes tradicionales de la comunidad. Entonces, mediante el uso de garrafones llenos de materiales naturales, como grava y arena, se retuvieron los sólidos. Después esa agua se filtró en garrafones con carbón y algodón, los cuales disminuyeron los contaminantes, color, olor, coliformes y nitrógeno amoniacal. Por medio de evaluaciones experimentales y observacionales, medimos los niveles de pH, así como la coloración antes y después de la filtración. Luego con el agua filtrada germinamos semillas de espinaca y rábano”, explica Shanni Mendoza.

Empezaron los ensayos, la implementación de los filtros. Las investigadoras registraron los resultados obtenidos para su presentación en la Ciudad de México y llegó el día.

“Yo no podía creerlo; era mi primera vez: me temblaban las piernas. Cuando nos dijeron que éramos las ganadoras del primer lugar, Shanni y yo nos abrazamos. Fue muy bonito representar a los jóvenes de Oaxaca”, compartió Rosa, la estudiante galardonada.

“Saber que concursaríamos a nivel internacional implicaba un gran reto para nosotras. Viajamos a Suecia en agosto de 2024. Cuando supimos que habíamos ganado el diploma a la excelencia del Stockholm Junior Water Prize, también llamado el Premio Nobel Juvenil del Agua, hubo lágrimas de satisfacción al saber que representamos a tanta gente. Hubo quien fue hasta Suecia con nosotras, y cuando gritaron México sentí henchido el corazón”, recuerda la ganadora, de 17 años, Rosa Sosa. “Al pasar al frente con la princesa Heredera Victoria de Suecia, Shanni dio un discurso en inglés. Yo estaba gratamente impresionada. Pensé: ‘¡Qué gran equipo hicimos Shanni y yo!’”.


“En mi caso –menciona Shanni, cuyo nombre significa princesa guerrera de valor y fuerza–, este reconocimiento marcó nuestras vidas. Saber de lo que fuimos capaces a los 16 y 17 años es una energía que desde entonces nos acompaña, es la fe en nosotras mismas. Hoy sabemos que podemos y es por eso que le insistimos a los jóvenes como nosotros a que no se rindan, tomen este ejemplo como motivación. Estamos dispuestas a ayudar en lo que se pueda. Queremos que México tenga esta transformación. El proceso no será lineal, pero verán que, con esfuerzo, ustedes y nosotras lograremos nuestros objetivos”.

Soñar en grande

A nueve meses de que Rosa y Shanni Valeria obtuvieran el reconocimiento a la excelencia en Suecia, la Fundación Coca Cola está financiando las mejoras en el filtro y el Instituto de Ingeniería de la UNAM está trabajando con ellas para optimizarlo.

“Estamos haciendo pruebas para esta segunda fase, pues queremos agregar nuevos elementos para neutralizar aún más el pH del agua y utilizarla de nuevo para el teñido, posteriormente experimentar con otras hortalizas. Afortunadamente, el Premio Nacional del Agua, junto con los aliados estratégicos, nos han estado dando el apoyo para que no nos quedemos sólo en esta primera fase de experimentación. Nuestra finalidad es lograr que se implementen los filtros en los diferentes talleres que existen en Teotitlán del Valle”, sostiene Mora.

A la par, están a la espera de los resultados de las universidades a las que aplicaron, pues ambas quieren dirigirse a carreras relacionadas con la ciencia, ingeniería y el medio ambiente. Shanni Valeria Mora Fajardo quiere estudiar 10 años y lograr el nivel de doctorado, e irse fuera del país para regresar a México e implementar lo aprendido para mejorar la calidad de vida de su comunidad e impactar positivamente en otras.

“He visto cómo hay mucho talento desperdiciado, dado que el sistema educativo actual no funciona para la movilidad social, para impulsar el talento local por si sólo. Lo primero que tendrían que hacer las autoridades y la propia ciudadanía es apoyar más. Tan solo nuestros artesanos batallan terriblemente para hacerse de un lugar en el mercado. Nosotras somos mujeres indígenas, ocupémonos más de nuestro futuro, de nuestro medio ambiente”, apuntó la originaría de Coatzacoalcos, Veracruz.

“El Premio Nacional del Agua, junto con los aliados estratégicos, nos han estado dando el apoyo para que no nos quedemos sólo en esta primera fase de experimentación. Nuestra finalidad es lograr que se implementen los filtros en los diferentes talleres que existen en Teotitlán del Valle”

Por otro lado, para Rosa, iniciadora del proyecto ganador a nivel nacional, la creación de estos filtros le hizo corroborar que en Teotitlán las mamás se dedican a ser amas de casa, “y está bien. Lo que no está bien es que no tengan libertad económica y acceso a la salud y a educarse”.

“Por eso Shanni y yo dijimos: ¿por qué no pueden tener un trabajo? ¿Por qué tienen que depender de un hombre económicamente? Por ello las incluimos en el proyecto, puesto que nuestra finalidad es que, una vez que se implemente el filtro para riego de hortalizas, ellas puedan dedicarse al cultivo y venta de éstas para empezar a solventarse, y que además puedan hacerlo desde su casa. En la comunidad es frecuente la desigualdad de género, hay una conspiración constante entre lo que ellos pueden hacer, pero nosotras lo tenemos casi prohibido. Ser mujer implica no tener el derecho a romper el molde, porque seguir con una carrera universitaria e incluso tener que irse de Teotitlán del Valle puede ser mal visto. Una mujer debe casarse, tener hijos”, realta Rosa Mendoza.

“¿Casarme? Yo sí quiero casarme cuando sea mayor. A mí me causan admiración todas aquellas personas, especialmente, aquellas mujeres que no se quedan donde les dicen, sino que le siguen buscando. Este proyecto nos dignifica; me demuestra que las actividades que hacemos son para todos, ellas y ellos. Yo, hoy, primero que nada, quiero terminar mis estudios, ejercer y seguir aprovechando oportunidades. Soñar en grande no tiene nada de malo. Me veo en 10 años como ingeniera agrónoma”.


 

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