Por Pedro Paredes Estapé
La crisis climática no es un tema de expertos. Es una realidad que nos afecta a todos, ya que, a pequeña o gran escala, cada uno de nosotros hemos vivido los efectos de este fenómeno que no parece desacelerarse.
Pero ¿qué se está haciendo para combatirla? Para quienes no lo saben, la Conferencia de las Partes (COP) es el órgano de decisión supremo de las Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) y lleva más de 24 años realizándose, ¡sí, 24 años!
Algunos de los acuerdos y resoluciones más destacadas a las que se han llegado en estas reuniones desde 1995 son el Acuerdo de París, las Iniciativas regionales de Ramsar para 2019-2021, el NDC Partnership y el Plan de Protección del Clima 2050.
En realidad todo esto suena muy organizado y bajo control, pero sigue sin ser suficiente. En esta ocasión el problema climático se percibe tan urgente que la toma de acción se vuelve cada vez más conflictiva, provocando que la vigésima quinta edición se alargara dos días más de lo planeado. El tema principal de la COP25 fue la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, uno de los mayores retos a nivel global.
La idea básica era desarrollar mecanismos para que los países pudieran intercambiar derechos de emisiones de CO2 y que los representantes de las 200 naciones participantes propusieran planes de recortes de emisiones. Sin embargo, no se logró ningún acuerdo.
Al final, sólo 84 países se han comprometido y, desgraciadamente para todos, ni Estados Unidos, ni China, ni India, ni Rusia se cuentan entre ellos. ¿Cuál es la relevancia de esto? Que en conjunto las cuatro naciones son responsables de 55 % de las emisiones mundiales.
Sólo 84 países se han comprometido y, desgraciadamente para todos, ni Estados Unidos, ni China, ni India, ni Rusia se cuentan entre ellos. ¿Cuál es la relevancia de esto? Que en conjunto las cuatro naciones son responsables de 55 % de las emisiones mundiales
A pesar de las evidencias científicas que indican que 2019 marcó un nuevo récord por el grado de temperatura alcanzado mundialmente y en lo concerniente a la concentración de gases de efecto invernadero, los líderes mundiales no han logrado comprometerse y dejan entrever falta de ambición hacia el tema.
Lo más alarmante es la paciencia y la poca seriedad con la que se aborda el problema más relevante de la humanidad actual. A la falta de acuerdos se responde tranquilamente que se espera lograr todos los acuerdos que esta vez no se concretaron en la siguiente edición. El tema tendrá que esperar la reunión de 2020.
Como contraste, es gratificante ver el fuerte compromiso que las nuevas generaciones muestran en relación con esta problemática, mientras que la significativa revolución que están impulsando personajes jóvenes como Greta Thunberg quizás sea un reflejo del temor al panorama que se avecina.
No podemos hablar de acciones futuras si no pensamos en que las generaciones que seguimos presentes tenemos gran peso en impulsar la toma de decisiones críticas. La falta de compromiso de los gobiernos es indignante, pero, más allá de eso, debe producirse un cambio cultural en el que desde una escala personal comencemos a preguntarnos dos cosas fundamentales: ¿qué estoy haciendo para reducir mi huella de carbono? y ¿es suficiente?