La construcción de pozos de absorción y filtración de agua en el Valle de México resulta inaplazable e indispensable, en particular en la zona oriente, ya que 95 % de las cuencas y subcuentas que componen Iztapalapa está urbanizado, lo que evita la recarga de los acuíferos, además de que el hundimiento de la superficie terrestre podría traer consecuencias catastróficas, sostuvo el ingeniero y topógrafo Rubén Ernesto Rivera Reyes.
En áreas rurales, una parte de las lluvias se infiltra, pero en aquellas cubiertas por asfalto la penetración es mínima, lo que permite sólo el llenado de las partes bajas de la cuenca, apuntó el especialista durante el Conversatorio “Tan claro como el agua”, serie virtual de pláticas organizada por el Museo Gota de Agua de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Antes de que ocasione cualquier tipo de desastre, la lluvia debe ser captada a través de una red o batería de atarjeas, hasta llegar al pozo de absorción que funge como cisterna. Después arribará a un desarenador, en el que perderá los residuos sólidos antes de ser trasladada a una segunda trampa: una columna de 35 metros de profundidad compuesta por capas de arena y grava donde se detienen todos los metales, continuando la infiltración con arcillas compresibles para llegar pura al subsuelo, con el fin de recargar el manto acuífero de manera sana.
lluvia debe ser captada a través de una red o batería de atarjeas, hasta llegar al pozo de absorción que funge como cisterna
El académico del Instituto Tecnológico de Iztapalapa explicó que la mayor parte del suelo de la Ciudad de México contiene depósitos de arcilla compresible, separados por capas arenosas que dan una consistencia muy dura; pero en el oriente hay un tipo de superficie de transición formada por estratos arenosos y limoarenosos intercalados con capas de arcilla lacustre, lo que resulta ideal para la construcción de pozos de absorción.
En el predio La Quebradora fue edificado un vaso regulador que capta gran caudal para abastecer al pueblo de Santa María Aztahuacan, que hasta hace poco solía inundarse. Esa instalación sirve como pozo de infiltración que regula el contenido abundante que recibe, hasta 90 metros cúbicos por segundo –es decir, 90 tinacos– dotando a la población sin desbordamientos ni inundaciones.
El doctor Rivera Reyes propuso destinar al menos 15 por ciento de presupuesto anual por Alcaldía para la creación de esos sistemas, lo que en el próximo lustro garantizaría un suministro por los siguientes 30 años; en caso contrario, se vivirá una situación cada vez peor.
Hasta 2010, la entonces Delegación de Iztapalapa había colocado 184 pozos y en los seis años siguientes se sumaron apenas 10 más. Si anualmente se hubieran agregado entre 10 y 12, se contaría en la actualidad con unos 400 y no existiría el problema grave de inundaciones.
El doctor Juan José Santibáñez Santiago, director del Museo Gota de Agua, dijo que aun cuando la ciudad fue fundada sobre un lago, la escasez del recurso es muy severa, debido a la desecación del espejo del antiguo lago, en particular el oriente, que abastece al resto de la urbe, lo que provoca hundimientos y agrietamientos.
Ante esto, desde hace tiempo ha impulsado la creación de un sistema de captación de lluvia en 27 escuelas de la capital; esta fuente principal de abastecimiento permite recuperar entre 40 y 60 mil litros semanales, en lugar de comprar dos pipas a un precio aproximado de 2 mil pesos y que sólo brindan 10 mil litros. La lluvia captada se usa en sanitarios y, con ayuda de mecanismos de filtración y purificación, incluso los niños disponen de bebederos, descartando el consumo de agua embotellada.
El profesor del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la UAM recordó que la lluvia es limpia, pero al tocar pisos o techos se contamina con tierra, basura plástica y coliformes fecales de animales, lo que la hace dañina para la salud. Por ello, es pertinente colocar un medio filtrante a base de zeolita y carbón activado producido con la cáscara del coco granulada y plata coloidal en cantidades adecuadas para ayudar a la desinfección y la eliminación de toxinas, todo a un costo promedio de 150 pesos, mientras que la construcción de un área de captación, filtración y contención asciende a 300 mil pesos.
El Museo Gota de Agua aun no abierto sus puertas, pero trabaja de la mano con expertos para lograr regresar al Valle de México el recurso hídrico que tuvo de manera abundante hace cientos de años.