Que haya cierta relación entre los niveles de confort del aire acondicionado y el género de las personas es una hipótesis que, para muchos, podría sonar descabellada. Pero no para Karl Kruszelnicki, australiano académico en Física, Matemáticas, Ingeniería Biomédica, Medicina y Cirugía, y conductor del programa de radio Great Moments In Science de aquel país.
El investigador no sólo se formuló la hipótesis sino que brindó elementos para sustentarla y poner en duda lo que suele definirse como temperatura ideal en espacios cerrados. Kruszelnicki asegura que los parámetros de confort usados por la American Society of Heating, Refrigerating and Air-conditioning Engineers, organización mundial que desarrolla estándares para el uso de sistemas de aire acondicionado, corresponden a modelos masculinos.
Según una nota publicada por el portal 20 minutos, el investigador australiano declara que el estándar 55 de la ASHRAE fue introducido en 1966 basándose en factores como el metabolismo y la vestimenta de las personas, pero el prototipo es un hombre de 40 años, de alrededor de 70 kilogramos de peso y cuya vestimenta corresponde al de un ejecutivo (saco y corbata).
Kruszelnicki cuestiona, en primer término, el metabolismo, el cual varía de persona en persona y tiene que ver con el peso, la estatura, la complexión e incluso el trabajo que se desarrolla. El hecho de que las mujeres tienen prototípicamente una estatura y un peso menor al de los hombres, un mayor porcentaje de grasa corporal y que su generación de calor es un tercio menor, lo llevó a concluir que las mujeres no necesitan temperaturas tan bajas como los hombres. “En la oficina no es frecuente ver las rodillas de un hombre”, ejemplifica.
Para el científico, otro factor cuestionable es que, mayormente, los hombres estén en oficinas amplias, donde quizá da más el sol; mientras que a las mujeres se les suele ubicar en el centro del espacio de trabajo, en los lugares donde se necesita menos la calefacción. “Además, las salidas del aire acondicionado están dirigidas hacia el centro de los edificios, donde se encuentran las mujeres que reciben directamente el aire. Y todo ese conjunto de situaciones puede llevar a que se vean obligadas a usar calefactores a mitad de verano”, sentencia.
Ante estas cuestiones, Richard de Dear, experto en diseño y arquitectura de la Universidad de Sydney, sugirió que “bajar un poco los termostatos del aire acondicionado ayudaría. Una disminución de sólo 3º C reduciría en un cuarto la energía que se emplea y su costo”. Concluye que “con una temperatura del aire acondicionado amable con las mujeres, los oficinistas sin traje podrían sentirse a gusto y las mujeres no tendrían que batallar con el frío”.
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