La capa de ozono es un escudo natural de la Tierra que nos protege de la radiación ultravioleta emitida por el Sol. El camino que hemos seguido para su recuperación ha sido exitoso, pero su deterioro es aún un problema sin resolver, por lo que es necesario mantener la vigilancia y continuar con las acciones para su preservación, afirmó Michel Grutter de la Mora, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
En ocasión del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, que se conmemoró este 16 de septiembre, el universitario dijo que la Universidad Nacional contribuye al monitoreo de esa capa y de otros cambios en la atmósfera mediante el Observatorio Atmosférico de Altzomoni, una estación de medición instalada en el cerro del mismo nombre, a las faldas del volcán Iztaccíhuatl.
El observatorio pertenece a una red global encargada de identificar cambios en la composición de la atmósfera alta y es la primera estación mexicana en formar parte de la Red para la Detección de Cambios en la Composición Atmosférica (NDACC, por sus siglas en inglés), un proyecto importante para hacer frente al cambio climático.
Sólo existen 20 de este tipo en el mundo, «y la UNAM contribuye con una de ellas. Por medio de esta red se empezó a percibir en años recientes un aumento renovado del CFC11 (parte de una familia de gases llamados clorofluorocarbonos) en la atmósfera, uno de los gases prohibidos, pero de los más empleados para sistemas de refrigeración».
El cambio climático también contribuye
El universitario recordó que en 1985 científicos descubrieron que la capa de ozono tenía un agujero sobre la Antártida y emitieron una alerta mundial. Dos años después se firmó el Protocolo de Montreal para reducir la producción y consumo de sustancias causantes de ese daño, como los clorofluorocarbonos (CFC), presentes en una amplia gama de aplicaciones industriales, aerosoles y frigoríficos. La identificación científica del problema y el compromiso global para reparar el ozono estratosférico han demostrado que la sociedad puede actuar responsablemente, pero «no debemos relajarnos», remarcó.
Tras reiterar la necesidad de mantener la vigilancia de los sistemas de medición atmosférica para conocer la concentración de CFC, Grutter de la Mora señaló que en la actualidad estos gases han disminuido de manera significativa, pero se sustituyeron por los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), que aunque no deterioran el ozono, sí contribuyen al efecto invernadero y al cambio climático.
Grutter de la Mora señaló que en la actualidad estos gases han disminuido de manera significativa, pero se sustituyeron por los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), que aunque no deterioran el ozono, sí contribuyen al efecto invernadero y al cambio climático
«Hace unos años nos percatamos que los HCFC tienen un potencial de calentamiento global considerable, entonces supimos que el problema de la capa de ozono y el cambio climático están vinculados por ser de naturaleza atmosférica», advirtió.
El uso excesivo de plásticos, la generación de basura y el consumo de carne también contribuyen al calentamiento global, así como la deforestación. Entonces, «no sólo son las grandes cantidades de combustibles que quemamos con vehículos e industrias, también estamos modificando el uso del suelo y con ello disminuimos la capacidad de capturar carbono».
Reconoció que en cuanto al dióxido de carbono (CO2), uno de los principales causantes (forzantes) del cambio climático con origen antropogénico, no se ha encontrado una solución porque se siguen quemando combustibles fósiles de manera incontrolada. «Aunque conocemos la naturaleza del problema de los gases de efecto invernadero y su impacto en la temperatura promedio global, no reducimos las emisiones».
El académico universitario insistió en la necesidad de «no bajar la guardia con la recuperación de la capa de ozono ni considerar que el problema está solucionado, pues han surgido otras situaciones como el cambio climático que se relacionan y que debemos vigilar».