La edificación ha entrado en una etapa de concientización importante, planteando la más ambiciosa meta: llegar al día cero consumo de energía, cero residuos y cero consumo de agua
Por Ángel Martínez
Una parte de la cinematografía de ciencia ficción suele ser optimista respecto a lo que el futuro traerá consigo para el bienestar humano. Autos eléctricos, baterías inagotables y edificios con una iluminación que prácticamente se adapta al estado de ánimo del habitante sin que se le dé información son algunas de las constantes que aparecen en estas escenas. Muy pocos, en cambio, han incluido una buena grifería o un espacio que utilice climatización. Es como si el protagonista nunca tuviera que decir, “por favor prende el termostato antes de comenzar esta importante batalla”.
Sin embargo, la realidad dista mucho de ese paraíso. El cambio climático y la densidad poblacional, concentrada cada vez más en centros urbanos, han hecho que en el eje de la construcción comience a existir una preocupación alarmante ante el estado crítico en el que se encuentra el mundo, bien por el inminente aumento de temperatura, o por el agotamiento de la capa de ozono, por mencionar un par de factores.
En este sentido, uno de los primeros discursos que adaptó el sector de la construcción, sobre todo en la edificación, fue el de comenzar a desarrollar una visión resiliente de su quehacer en la dimensión social, es decir, tener una adaptación positiva frente a los retos que supone la nueva construcción, y cuya respuesta se sintetizó bajo el concepto de la Construcción Sustentable.
Este nuevo lenguaje, este nuevo Know-How, provocó hace dos décadas la creación de diferentes certificaciones (LEED, WELL, EarthCheck, por mencionar algunas), así como la formación de representantes que avalaran que una construcción nueva o una remodelación se llevara a cabo respetando su entorno. Pero no sólo eso, paralelamente, este lenguaje ha provocado una reinterpretación del espacio y de quien lo habita.
Para el ingeniero César Ulises Treviño, director General de Bioconstrucción y Energía Alternativa (BEA), las demandas en la construcción implican un cambio en la visión del ser humano, que debe dejar de concebirse como el centro del universo para caminar hacia una concepción en la que se asimile como la parte de un todo. “Debemos entender que somos parte de una correlación, de un ecosistema, que es superior a nosotros, con el que nos tenemos que conjugar. El fin del ser humano es ser protagonista, pero entendiendo ese ser conjunto de una manera integral”, refirió al término de una ponencia en la que expuso una nueva visión de lo que significa ser positivo en la Construcción Sustentable.
Parece que no es casualidad que al director General de BEA le gusten los retos. Él mismo ha referido que hace 20 años, cuando comenzaba a hablar sobre sustentabilidad, a diversos directivos se les hacía incomprensible la terminología y el fin que perseguía en su oferta de negocio.
Hace 20 años, cuando el ingeniero César Ulises Trevino hablaba sobre sustentabilidad, a diversos directivos se les hacía incomprensible la terminología y el fin que perseguía en su oferta de negocio
En la actualidad, en cambio, términos como certificación, en cualquiera de sus modalidades, y resiliencia parecen haber superado este primer obstáculo que significó el pensamiento convencional de la época anterior a la crisis climática. Aunque, por otro lado, ello no ha significado el anquilosamiento de su labor. Y quizá sin que lo hayan declarado, parece que la pregunta que se hicieron todos los involucrados fue saber ¿qué sigue?
En este sentido, el ingeniero Treviño es claro al afirmar que el siguiente paso de la sustentabilidad es crear proyectos que estén a la altura de las demandas mundiales. “Queremos proyectos menos malos, pero no solamente eso, los queremos regenerativos, los queremos en positivo. Muchas cosas que nunca hubiéramos pensado, que a nuestros abuelos les parecía fantasía, hoy ya están pasando. Así nos va a pasar: vamos a planear, construir y operar edificios regenerativos, edificios que estén dejando el ambiente incluso mejor de como lo encontramos”.
Ese es el propósito de Net-Zero Energy y del nuevo reto que se planteó el ingeniero, el que un edificio, cualquier edificio, pueda entregar más recursos de los que demanda, comenzando por la energía. “Quiere decir que producimos más energía de la que consumimos y, por ende, hablamos de un edificio cero energía o inclusive energía positiva. Si te sobra energía, que puedas ingresarla a la red pública, e incluso vender este excedente, y si te falta, que puedas comprarla”, explica.
Entregar mejores espacios, misión Net-Zero Energy
Pero, ¿cuál es la motivación de esta nueva certificación? Las estadísticas que brinda el director General de BEA no son argumentos menores: en los países industrializados, hasta 71 % de la energía primaria se consume en los edificios, por lo que “si esa energía la convertimos en unidades de contaminación, de las cuales la principal es el CO2, esa energía y otras que llamamos incorporadas de materiales de la construcción, requieren alrededor de 40 % de la energía mundial”, expone.
Incluso tiene que remitirse un poco más allá para comprender cómo es que la construcción ha afectado al medioambiente sin haber sido plenamente consciente de ello. “La construcción en su ciclo entero de vida es el sector que más gases de efecto invernadero produce en el mundo. Eso no lo sabíamos. Hace unos años, supimos que aquí había algo que hacer. Nosotros nos dijimos ‘hay que trabajar en el tema de los edificios. Hay muchos esfuerzos que se hacen en transporte, en vialidad, pero en los edificios, para empezar, ni siquiera sabíamos que éramos parte del problema’”.
Un edificio Net Zero Energy se logra con eficiencia; pero, sobre todo, con los hábitos de los usurarios, porque es a la hora de operar cuando rompen las reglas”
César Ulises Treviño, Director General BEA
México no es ajeno a esta problemática. Agrega el ingeniero que la expectativa de crecimiento de las ciudades es otro factor que exige el replanteamiento de las formas de abastecimiento energético. “Si seguimos a este ritmo de desarrollo, en la expansión de los terrenos de las áreas metropolitanas, para 2060 estaríamos construyendo, por área, el equivalente a un país como Japón. Así, el tema del desarrollo urbano es fundamental para poder crear, ya no edificios, sino ciudades más eficientes, ciudades inteligentes, donde ya no s.ólo es el edificio sino su integración lo que la hace valer”.
Planteada por el ingeniero, Net-Zero Energy no parece tener mayores complicaciones en la teoría. Según resume, la fórmula es hasta cierto punto sencilla: planeación + bioconstrucción + energías renovables auxiliares + mantenimiento = energía positiva. Pero es enfático en advertir que sólo en ese orden es cómo debe llevarse a cabo para garantizar su efectividad.
“Antes de empezar a poner en tu proyecto energía renovable in situ, tienes que ver qué puedes hacer para aumentar la eficiencia y bajar la demanda. Es decir, una cosa es que tú tengas kW/h gratis de sol, pero mejor aún sería que necesitaras la mitad de
ello”, comenta.
En otras palabras, se debe enfatizar que la certificación Net-Zero Energy no es solamente “llenar de paneles solares” un edificio. Todo lo contrario: implica comenzar por un esquema de arquitectura pasiva, que explote al máximo las características geográficas del proyecto, para después apoyarse de la energía renovable y, finalmente, de la energía estándar. “Hay que empezar siempre en este esquema. Si tú realmente quieres un edificio cero energía, empieza por reducir la demanda energética. Y eso solo se logra con eficiencia: en los sistemas, en su equipamiento, en operaciones y mantenimiento; pero, sobre todo, en los cambios de hábitos de los usurarios, ¿por qué? Porque a la hora de operar se rompen las reglas. La operación y los usuarios pueden hacer la diferencia. El usuario puede hacer mucho más que la tecnología; de nada sirve ésta si el usuario tiene hábitos negativos”.
Net-Zero Energy implica, en consecuencia, empezar a encontrar los destinos finales de la energía en una edificación; preguntarse a dónde se va esa energía, dónde se ocupa la mayor parte del consumo energético, para después encontrar las oportunidades de mejora, lo cual implica, asimismo, una ejercicio de lógica. “En un restaurante, por ejemplo, uno tendría que analizar cuál es el tiempo del día en el que hay mayor afluencia de comensales. Hay que buscar una simplificación, y llegar a una correlación con el usuario”.
Monterrey, sede del primer edificio Net-Zero Energy en México
El ingeniero César Ulises Treviño asegura que, en los últimos 15 años, la eficiencia ha actuado a nuestro favor, ofreciéndonos mejores materiales, más resistentes, para que en un futuro cercano sea mucho más asequible una edificación con certificaciones no sólo cero energía, sino cero agua e, incluso, cero desperdicios.
En este sentido, el proyecto mixto OUM es el proyecto bandera con el que BEA desea ver concretadas las ideas de impacto positivo de la edificación. Con sede en el municipio de San Pedro Garza García, en Nuevo León, OUM desea erigirse como el primer modelo en México y Latinoamérica que cuente con la certificación Net-Zero Energy. Una ubicación que no podría ser más relevante, considerando que la franja donde se encuentra representa uno de los retos climáticos más trascendentales de México, principalmente por los climas extremos que presenta a lo largo del año.
En una entrevista concedida a este medio meses atrás, el director General de BEA aclaraba que el proyecto OUM se inserta dentro de una ambición superior. “Este concepto lo estamos abordando como parte de la certificación Living Building Challenge. Ésta es una certificación que tiene requerimientos de exigencia muy altos en lo que se refiere a la protección del entorno, la selección de materiales y las disposiciones de dise.o sustentable. Living Building Challenge, en su apartado de energía, exige como condición obligatoria que el proyecto candidato a la certificación sea Net Zero Energy” (ver “Rumbo a la sustentabilidad 2.0”, Especificar, Enero-Febrero, 2019) .
Si bien la expectativa general del proyecto OUM es grande, para el director General de BEA es mayor todavía por lo que la construcción puede hacer por revertir los efectos medioambientales adversos. Una de las buenas noticias que daba al respecto es que, como sector, la construcción tiene mayores posibilidades de dar una respuesta positiva, con el menor costo y en el menor tiempo. “A las demás industrias les va a constar mucho tiempo hacer cambios significativos en pro del medioambiente”, resalta.
En este sentido, espera que lo que hoy es un proyecto aislado, el día de mañana sea parte de un barrio o un distrito que funcione inteligente y eficientemente, hasta llegar a ese momento en el que la arquitectura, la construcción y las ingenierías que lo circundan puedan imitar a la naturaleza, donde no existe el concepto del desperdicio.
El ingeniero César Ulises Treviño comparte con cierto optimismo: “El año pasado se registró, por primera vez, un crecimiento económico mundial, sin que hubiera un crecimiento de las emisiones globales. Eso nos dice que podemos generar economía desde nuestra reinterpretación. Tenemos mucho a nuestro favor, pero siempre que haya un propósito”.